Allò específic del cervell humà.
Pero eso no es todo, porque el desarrollo y número de neuronas de la corteza cerebral es también causante principal de la mayor inteligencia de los humanos respecto a especies animales con un cerebro mayor. Al compararlas observamos que especies como el macaco Rhesus, cuyo cerebro pesa unos 70 gramos, tiene alrededor de 1,7 miles de millones de neuronas en su corteza cerebral, cifra que sube a 5,6 miles de millones en el elefante africano con un cerebro de unos 3 kilos, y a 9,1 miles de millones en el gorila occidental, cuyo cerebro pesa unos 380 gramos. Incluso así, nada que ver con la mayor e impresionante cifra de 16,3 miles de millones de células nerviosas que tenemos los humanos en la corteza cerebral siendo el peso total de nuestro cerebro de unos 1350 gramos. Además, no es solo el número de neuronas de la corteza cerebral lo que nos hace más inteligentes, sino también la compleja ramificación de esas neuronas y sus interconexiones. El humano, podríamos decir, tiene un cerebro menos grande, pero más compacto o menos esponjoso que el de otras especies como los elefantes o las ballenas.
La región que más se beneficia evolutivamente de ese particular crecimiento es la corteza prefrontal, situada en la parte más anterior del cerebro y relacionada con las funciones intelectuales superiores, como el razonamiento, la solución de problemas y la toma de decisiones. Esa corteza es mayor en el cerebro humano que en el de cualquier otra especie y ahora sabemos que en ella se expresan muchos genes que no lo hacen tan profusamente en otras partes del cerebro. En un meticuloso y reciente trabajo, Mikihito Shibata y otros investigadores de varias universidades han observado que esa múltiple expresión genética, causante posiblemente de las provechosas relaciones de esa corteza con otras partes del cerebro, podría estar evolutivamente regulada por el ácido retinoico, una sustancia derivada de la vitamina A que es también más abundante en el cerebro humano que en cualquier otro.
A un nivel no ya de especie, sino de individuos particulares, en 2004 los investigadores norteamericanos Jeremy Gray y Paul Thompson publicaron un icónico trabajo comparando datos múltiples (genéticos, psicométricos y cognitivos, además de neuroimágenes). La investigación puso de manifiesto que los gemelos monocigóticos, al compartir el 100 % de sus genes, presentan volúmenes de sustancia gris en la corteza prefrontal mucho más parecidos entre ellos que los dicigóticos, que solo comparten el 50 % de sus genes, lo que nos dice que al menos una parte de la inteligencia de cada persona es genéticamente heredada de sus progenitores.
No obstante, la heredabilidad total de la inteligencia observada en la mayoría de los estudios con gemelos se ha mostrado comprendida entre el 40 y el 80 %. Es decir, que, en cualquier caso, nunca heredamos toda la inteligencia que tenemos, solo una parte importante. Lo que significa que siempre hay un factor ambiental, sea la alimentación, el lugar donde nos criamos y vivimos, la educación que recibimos o todo ello a la vez, complementario del factor genético y determinante de la inteligencia de cada persona.
Ignacio Morgado Bernal, Los ingredientes de la inteligencia humana, El País 13/10/2022
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