Quan la vida té un preu ... (Alicia García Ruiz)



Entre otras muchas voces de la filosofía actual, Judith Butler lleva sosteniendo bastante tiempo que hemos llegado a un punto en el que las vidas no valen nada. No hablamos del coste de la vida en lenguaje cotidiano, ni siquiera de la vida como problema filosófico en el marco del pensamiento contemporáneo. Nos referimos a la característica confusión entre valor y precio que marca nuestra época. Cuando la vida tiene un precio lo más probable es que termine por no valer nada. Algunas vidas son ya tan vulnerables, tan invivibles, que ni siquiera su explotación, y menos aún su desaparición, son percibidas. Son vidas invisibles. Existen vidas, dice Butler, que no son del todo -o nunca llegan a serlo- reconocidas como vidas, una situación gravísima ante la cual nadie responde, en el marco de una general desrresponsabilización social. 

Que el problema del valor de la vida se convierta en horizonte fundamental de una época es chocante y fuerza a preguntar antes que nada qué clase de realidad es aquella donde la vida ahora se encuentra cuestionada de un modo tan brutal. ¿Cómo hemos llegado al extremo de preguntarnos por el valor de al vida? Como expresa esta pensadora en Marcos de guerra: las vidas lloradas, nos enfrentamos a la tarea inaplazable de articular una nueva comprensión ontológica de la realidad y del ser humano que discuta los marcos mismos en los que hoy forjamos nuestra concepción de lo que es real. la precariedad vital generalizada a la que todos los seres están expuestos en este momento histórico es la base que permite poner en tela de juicio la ontología misma en la que estamos instalados. En principio, parece extraño situar el concepto de ontología en relación con unas determinadas coordenadas históricas, pero como la propia Butler aclara, su interés no es un análisis de las estructuras fundamentales del ser, sino, trabajando en la línea foucoultiana de la "ontología de nuestro presente", identificar hoy los mecanismos por los que algo o alguien es determinado como existente o no, mediante normas e instituciones sociales y políticas que organizan e interpretan esta condición. En este momento de nuestra historia colectiva, la vida es remitida a un régimen no ya solo de producción, sino de producción de existencia, del que depende que sea percibido como viviente, operación que desata sin lugar a dudas una violencia asombrosa, omnipresente, estructural. 

Alicia García Ruiz, Impedir que el mundo se deshaga, Los libros de la catarata, Madrid 2016

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