Els límits de la mobilitat social.



Gregory Clark es un historiador económico escocés de la universidad de California, Davis. Es conocido por su libro A farewell to alms, publicado en 2007, donde defiende una base genética del capitalismo inglés. Según su hipótesis, la población inglesa actual es “genéticamente capitalista” y descendería de las clases medias y altas enriquecidas al menos desde 1250, en un caso muy interesante de evolución gen cultural.

Su libro más reciente, The son also rises (Princeton University Press, 2014), trata sobre desigualdad económica y movilidad social y sus conclusiones no son menos sorprendentes.

La supervivencia de los apellidos 

Según la visión dominante entre los economistas, la heredabilidad de la movilidad social, es decir, la probabilidad de que heredemos el status social de nuestras familias, es bastante baja. Si bien el problema de la movilidad social es peor en unos países que en otros. Según los datos de la OCDE (2010), España tiene un nivel medio de movilidad social, lejos de los más igualitarios países nórdicos, pero también de Gran Bretaña o Estados Unidos, donde el status de un individuo es mucho más predecible desde el nacimiento.

Clark ha decidido poner a prueba esta visión heredada analizando la evolución del status social en la historia de los linajes, concretamente de los apellidos. Si es cierto que la heredabilidad del status social es baja, los apellidos no deberían revelarnos nada significativo sobre el status social en el largo plazo. Pero los resultados del estudio desafían esta conclusión. Según los nuevos resultados del estudio, la correlación intergeneracional del status social es de hecho muy alta (0.7-0.8). Es decir, apellidos con un status social alto, desde hace al menos 20 generaciones, están sobrerrepresentados entre los individuos de alto status de hoy mismo. Esto es generalmente cierto para los apellidos ingleses, pero también para suecos, japoneses o chilenos, para las épocas preindustriales e industrales y para los cambios drásticos de régimen (por ejemplo, la heredabilidad del status social no habría variado susbtancialmente en la China de después de Mao). Esta es “la verdad sobre la movilidad social“: el status fenotípico corresponde con un status genotípico transmitido a través de las generaciones.

La discrepancia entre la visión dominante y estos resultados radicaría en la definición de “movilidad social”. La heredabilidad es más alta cuantos más aspectos del status social del individuo tomamos en cuenta (renta, posición social, educación, etc) y cuanto más avanzamos en el tiempo. En el largo plazo, y para la mayoría de la gente de todo el mundo, el destino está en el linaje.

La paradoja del status social

Estas conclusiones aparentemente favorecen una cierta visión fatalista, aunque Clark insiste en que “no debemos tirar la toalla” de la igualdad. Para Clark debemos abandonar la expectativa utópica de abolir la herencia y pensar que cualquiera puede llegar a cualquier posición: “dado que las tasas de movilidad son inmutables, es mejor reducir las ganancias de la gente de alto status y las penalidades de la gente de bajo status”. Clark pone el ejemplo de Suecia, donde los descendientes de los aristócratas medievales aún detentan un status superior, y siguen ocupando las mejores viviendas de Estocolmo, pero las condiciones de la gente pobre de todos modos son mejores.

Otro factor a tener en cuenta es que los estados prósperos, democráticos y políticamente igualitarios tienden naturalmente a producir más, no menos, desigualdad: “En un mundo donde las mujeres tienen tantos marcadores de status como los hombres, veremos más apareamiento selectivo, e incluso un declive de las tasas de movilidad social” (por cierto que esto es consistente con la aparente “paradoja” del aumento de la brecha de género en la personalidad). Un caso práctico lo tenemos sin ir más lejos en España, donde la desigualdad económica, medida según la evolución del coeficiente de Gini (Prados de la Escosura, 2007), ha aumentado desde los años ochenta del siglo pasado, después de alcanzar los niveles más equitativos de su historia en la década de los sesenta.

Eduardo Zugasti, Gregory Clark: "El linaje es el destino", cultura 3.0, 08/02/2015

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