Autoritarisme i tecno-libertarisme van de la mà.





Sin acuerdos, la democracia se escurre por el desagüe de la necesidad de liderazgos personalistas que combatan los problemas resolutivamente. De este modo, muere el liberalismo al prevalecer la audacia sobre la reflexión; la sorpresa sobre la previsibilidad; la táctica sobre la estrategia y el oportunismo sobre la responsabilidad.

Se vio durante el asalto al Capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021 y se verá en el futuro. Entre otras cosas, porque irá de la mano de un uso de la inteligencia artificial (IA) que hará más eficaz la capacidad desestabilizadora de nuestro último bárbaro. No en balde, podrá atentar impunemente contra la veracidad que sustenta la gestión representativa del conocimiento político que, todavía, define la praxis de la democracia liberal como un sistema de gobierno que afirma verdades contrastables argumentativamente y que las urnas refrendan con los votos.

Esta es la razón que explica por qué la derecha alternativa global hibrida autoritarismo y tecno-libertarismo. Un fenómeno que explica que Donald Trump y Elon Musk se alíen y que el primero anuncie que el segundo será su consejero tecnológico si llega a la Casa Blanca. O que el primer viaje oficial de Javier Milei fuese a Silicon Valley, donde tuvo una calurosa acogida de los líderes del ecosistema de emprendimiento tecnológico vinculado a la IA. Quizá porque ofreció Argentina como laboratorio de entrenamiento para las IA fronterizas. Aquellas que pueden acarrear consecuencias maléficas que pongan en grave riesgo el respeto de los derechos humanos.

La convergencia de intereses entre el libertarismo de Silicon Valley y perfiles populistas como Trump o Milei no es nueva. Revela un denominador común que, además de reverenciar a autores como Ayn Rand o Nick Land, defiende una forma de despotismo tecnoilustrado que cree que ha de corresponder a las elites emprendedoras impulsar la aceleración del cambio digital de la sociedad, sin importar el coste social. El avance técnico lo compensará con la extraordinaria prosperidad que creará en el futuro. Para lograr ambas cosas es necesario orden y liderazgo incontestables. Algo que teoriza Peter Thiel, fundador de PayPal y asesor de Trump, cuando mantiene en La educación de un libertario que la libertad y la democracia son potencialmente incompatibles si no hay un líder que las garantice con su carisma. Reflexión que traduce en defender que Estados Unidos sea gobernado por un consejero delegado tecnológico de éxito, pues, si quiere mantener su hegemonía planetaria frente a China, tendrá que convertirse en una plataforma que acelere la revolución tecnológica del país a hombros de monopolios corporativos. Y es que, según el autor de De cero a uno: cómo inventar el futuro, son la forma natural de favorecer el progreso de la humanidad al premiar el genio de los ganadores, mientras que la competencia y la democracia, con su exceso de reglas y principios éticos, son las limosnas que compensan el fracaso de los mediocres.

José María Lassalle, Bárbaros digitales, El País 25/07/2024


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