El final de la prepotència.

La literatura clásica exploró la propensión al descalabro de los poderosos por creerse infalibles, por fallos estrepitosos, por desconexión con el mundo y por megalomanía. Según los antiguos, son precisamente los triunfadores quienes corren más riesgo de perderse, prisioneros de la envidia y la soberbia. En el éxito —creían— anida el germen del orgullo desmedido que conduce primero a la embriaguez de poder, luego a la ceguera y, por fin, a la caída. Una palabra griega describía ese proceso: hybris . Cuando individuos en la cumbre humillan y maltratan por prepotencia a un prójimo al que consideran inferior, los dioses se vengan derribándolos. Así explicaban el ocaso de grandes líderes y el naufragio de los imperios. El historiador griego Heródoto enfocaba la historia como una tragedia que reproducía esa lógica, un drama cuyo argumento era el apogeo y decadencia. Según su visión del mundo, la violencia desencadenada por las potencias arrogantes acaba arruinándolas y creando un nuevo orde...