El futur del món occidental.




La escritora sudafricana Kagiso Lesego Molope preguntó en la gala del Writers’ Trust celebrada en Toronto hace unos meses: “Se acerca el momento en el que el mundo empezará a pedir perdón por lo que está ocurriendo, y entonces nos preguntarán: ¿para qué usasteis vuestro poder?”. Es una pregunta que tenemos que hacernos todas las personas y todas las instituciones. Pero muchos han adoptado, en el mejor de los casos, la postura de los delegados demócratas en la Convención de Chicago, que se taparon los oídos para no oír los nombres de los niños palestinos muertos mientras salían del centro de convenciones.

Porque, en el peor de los casos, hay una serie de instituciones occidentales —desde universidades de la Ivy League hasta cadenas públicas de televisión— que han tomado medidas claramente antidemocráticas y han infringido sus propios principios de libertad de conciencia y expresión. Ayer, la Universidad de California publicó en su página web una lista del armamento militar que necesita para librar una guerra contra sus estudiantes: la lista incluye 3.000 cartuchos de munición de pimienta, 500 cartuchos de munición de impacto de 40 milímetros, 12 drones y nueve lanzagranadas.

A finales de febrero escribí que asistimos a una especie de desmoronamiento del mundo libre. Desde entonces, las pruebas se acumulan a una velocidad siniestra. Quizá no debería sorprendernos. La incompetencia intelectual y la bajeza moral del cuarto poder quedaron diagnosticadas desde el momento en que Kraus advirtió contra “el suicidio intelectual de la humanidad por medio de su prensa”. Con la vista puesta en el futuro, en nuestra época, Gandhi predijo que era probable que incluso “los Estados que hoy en teoría son democráticos (…)se vuelvan claramente totalitarios”, porque un régimen en el que “los más débiles van al paredón” y “unos cuantos propietarios capitalistas” prosperan “no puede sostenerse más que por medio de la violencia, velada o incluso descarada”. Vaclav Havel, elogiado en Occidente por haber sido un “disidente” anticomunista, en realidad afirmaba en su ensayo Política y conciencia (1984) que los sistemas totalitarios de la Unión Soviética y Europa del Este representaban el futuro del mundo occidental; advertía contra el poder que actúa “al margen de toda conciencia, un poder arraigado en una ficción ideológica omnipresente que puede racionalizar cualquier cosa sin necesidad de rozar jamás la verdad”.

Estamos destinados a ser observadores indefensos mientras una potencia que actúa al margen de toda conciencia y se basa en ficciones ideológicas es capaz de racionalizar hasta un genocidio retransmitido en directo. Desde luego, después de Gaza tengo todavía menos confianza en que sea posible recuperarnos de la era de la posverdad. Mis contribuciones al periodismo literario e intelectual durante tres décadas resultan hoy insignificantes, desproporcionadas en comparación con el reconocimiento y las recompensas materiales que he recibido.

Pero no tengo más remedio que reconocer que necesitamos con urgencia ideas nuevas para reexaminar nuestro pasado y trazar el rumbo que nos lleve desde el presente hasta un futuro habitable. Estoy convencido de que esas ideas saldrán de una nueva generación de escritores, artistas y periodistas. También sé que, a medida que se agrave nuestra policrisis —guerras inevitables, desastres climáticos y terremotos políticos—, el ansia de contar con una descripción fresca y justa del mundo será aún más irreprimible; y muchos de nosotros nos sentiremos obligados a satisfacerla.

Pankaj Mishra, Gaza: Occidente no se entera de nada, El País 06/10/2024


Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

Darwin i el seu descobriment de la teoria de l'evolució.