Victòria o mort.
La respuesta es no, que la idea horrorizaría a ambos, que los dos sueñan con la victoria total, que cualquier otra cosa menos que eso les resultaría insoportable, que prefieren su autodestrucción antes que reconocer la legitimidad del otro a existir.
Ninguno acepta perder. Ninguno de los dos acepta perder algo (eso es un armisticio) para conservar la paz, la vida, la convivencia, un futuro compartido. Hay, por debajo de los intereses materiales, una embriaguez de la fuerza, dice Weil, una pasión de absoluto. Pulsión de muerte.
La misma que amenaza hoy con incendiar Oriente medio. ¿Qué ha prometido B.N. a su pueblo? Nada menos que la “victoria total”. Una promesa que no tiene ninguna proporción, ninguna medida, es ilimitada. Conlleva la destrucción de la población civil vecina, que una guerra total ya no distingue de los combatientes. Y volverá como un boomerang destruyendo Troya.
“Aceptar perder” es el objetivo de un psicoanálisis. Asumir la castración, la insatisfacción propia del deseo, renunciar a lo ilimitado del goce. El problema es, como dice Bifo, que no hay terapia colectiva. No se acepta el armisticio, no se quiere perder nada, embriaguez colectiva de la fuerza. De victoria en victoria hasta la derrota final.
“Victoria o muerte”: finalmente tendremos ambas.
Amador Fernández-Savater
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