L'estrany poder de les fal·làcies




Sobre las falacias se ha escrito mucho. Tanto en su recorrido histórico, como ocurre con los Sofistas, como en una parte especial de la lógica. Conviene señalar desde el principio, que una frecuente confusión consiste en hacer equivalentes Falsedad y Falacia.

La falsedad se da cuando no digo la verdad de un objeto. Por ejemplo, cuando afirmo que es de día y realmente es de noche. Su estudio corresponde directamente a la Epistemología que indaga la relación del conocimiento con los objetos del mundo. La falacia es una argumentación incorrecta en la que se llega a la conclusión de modo espureo porque no es eso lo que se sigue de las premisas. Si afirmo que Javier es andaluz emito un enunciado falso. Si afirmo que de la existencia de Javier se deduce la existencia de Dios cometo una falacia porque doy un paso logicamente incorrecto.

Falacias hay de muchos tipos y que no son, estrictamente, tales como confundirlas con una tautología o un lugar común. Si digo que siempre ha sido asi y, por tanto, seguira siendo, he hablado de modo falaz, pero si digo que las cosas son como son, lo que ha salido de mi boca es una pura tautología. O lo que es lo mismo, no he dicho nada. Y si para romper el hielo en el ascensor con un desconocido me despacho con un "qué mal está el mundo", me refugio en un lugar común.

Las falacias fascinan por su extraño poder. Poseen la magia de, sin ser informativas, puesto que están vacías de significado, son un bastón esencial en el lenguaje de todos los días. Si Wittgenstein escribió que las paradojas o contradicciones vegetan en el lenguaje, podríamos decir que las falacias vegetan en el lenguaje en el sentido de que lo nutren de él sin ser absorbidos por.

Dada la presencia y difusion de esta sombra linguistica, no es extraño que se las haya catalogado de una u otra manera. Así, Kant tanto las llamaba falacias como paralogismos, aunque estos estaban más insertos en los límites de la razón. Y otros se han fijado en los entimemas como forma de argumentar truncada. Un ejemplo de entimema sería está mojado, luego ha llovido. En ese modo argumentativo parececeria decirse que a lo mojado le sigue la lluvia, cosa que no es verdad. Y si no que se mire a las sabanas.

Son tantas la formas de razonar y el interés que despiertan, que algunos, es el caso de R. Fogelin, se han dedicado durante toda su vida a estudiarlas. Por mi parte, voy a añadir unas consideraciones personales que encuadren este fenómeno dentro de la comunicacion cotidiana y que suelen pasar desapercibidas. Antes de nada, habría que decir que es peligroso hablar del arte de razonar. Razonar no es ningún arte como no lo es comer o dormir. Otra cosa es si razonamos, comemos o dormimos mal. Y esto lo haremos si usamos un lenguaje que conculque la lógica que está a la base de todo y mantenemos la voluntad de mentir o ser sofistas. Esto último es importante. Porque gozamos engañando.Porque tenemos el instinto de usar a nuestro antojo el lenguaje. Así, el lenguaje se convierte en nuestras manos en un juguete. Se parece al chiste, pero difiere de él porque el chiste busca el humor mientras que la falacia puede ser gratuita, una especie de desahogo por el placer de contemplar al otro como un imbécil.

No en vano una de las etimologias de falacia es, dicho con cierta licencia, poner la zancadilla. Y son muy poderosas. Porque van más allá del lenguaje, son performativas y se aprovechan del contexto o circunstancia. Pero hay un grupo de falacias que son sumamente peligrosas. Son aquellas que nacen de la incapacidad de razonar bien y se unen a la ignorancia. Este tipo de falacias se generan en países donde la gimnasia intelectual es mínima. Y florecen en el espacio politico. Ahí se encuentran a sus anchas. Y entontecen a la gente.

Javier Sádaba, Las falacias que entontecen a la gente, elconfidencial.com 05/10/2024

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