Ecologista abans que animalista.



Uno de los grandes debates éticos de nuestra época refiere a algo que no había preocupado en demasía a los humanos de otras épocas: el sufrimiento animal. Parece un imperativo ético muy razonable esforzarnos por evitar el sufrimiento allende las fronteras de nuestra especie (si bien, desde luego, todavía queda mucho por hacer con los sapiens). Y no contentos con sancionar cualquier agresión a los animales por nuestra parte, ahora también pensamos en la posibilidad de proteger a los animales de las agresiones de otros animales. Sería una grave incoherencia no dañarlos mientras dejamos que se hagan pedazos entre ellos. Lejos ha quedado ya esa visión ingenua de un mundo natural edénico regido por una fecunda y cariñosa Gaia. Aunque parezca algo triste, los animales viven mucho mejor en los zoos que en el mundo natural, donde no existe la vejez porque ningún animal consigue llegar a viejo. En la naturaleza todos mueren depredados por otros, de hambre o sed, enfermedades, o cocidos o congelados por las inclemencias del tiempo. Todos mueren de forma trágica y cruel. Si pensamos que liberar de su jaula al periquito de nuestra abuela sería salvarlo de la esclavitud, estamos francamente equivocados: estaríamos condenando al pájaro a una temprana muerte.

¿Cómo arreglar esto? Muy difícil. Si, por ejemplo, tenemos una población de ratones que son devorados por búhos… ¿eliminamos a los búhos? ¿Exterminamos a todas las especies depredadoras? No necesariamente. Podríamos aislarlos de sus víctimas y alimentarlos, por ejemplo, con carne sintética. De acuerdo, pero esto requeriría unas intervenciones brutales en los ecosistemas: construcción de espacios de separación entre especies… ¡Convertiríamos la naturaleza en un enorme zoo! Además, tendríamos más problemas: sin búhos, la población de ratones crecería sin control (a un ritmo exponencial)… ¿Qué haríamos? Alimentar a todas las especies de animales reproduciéndose sin parar sería una tarea imposible ya que, en muy pocas generaciones, no habría recursos en el planeta. Habría que recurrir a esterilizaciones… ¿Y qué haríamos con los parásitos? ¿Qué haríamos con organismos como las garrapatas, pulgas, ácaros, tenias, hongos, sanguijuelas, termitas, mosquitos, virus… ? Son seres que viven de hacer mal a otros… ¿Cómo los mantenemos de forma éticamente aceptable?

El caso es que todas las soluciones nos llevan a transformar el mundo natural en un hábitat artificial que, difícilmente, contentaría a cualquier amante de la naturaleza. Pensemos también en el famoso experimento de Calhoum, quien diseñó un hábitat utópico para ratones, el Universe 25, que terminó en un horrible infierno.

Demos un paso más: ¿Y las especies que sufren continuamente por ser como son? Me explico: una liebre silvestre es un animal que siempre está en un continuo estado de alerta. Si pudiéramos meternos en su subjetividad (hacer lo imposible para Nagel) y sentir como siente el mundo una liebre, seguramente que veríamos que su vida es horrible. Imaginad estar en un estrés perpetuo, aterrados por ser depredados en cualquier instante. Haciendo un epicúreo cálculo de placeres, y suponiendo como estados agradables cuando come o copula, seguramente que en la vida de la liebre hay más sufrimiento que felicidad. Si entonces aplicamos la máxima de evitar el sufrimiento… ¿Habría que pedir la eutanasia para las liebres? Podríamos hacer algún tipo de ingeniería genética y modificar su sistema nervioso para tranquilizar sus espíritus… ¿Querríamos hacer algo así? ¿Estaría justificada la lobotomía transorbital para los lepóridos?

Y extendiendo el argumento. No solo las liebres viven mal, seguramente que muchísimas más especies sufren más que disfrutan aun consiguiendo sobrevivir y tener largas vidas. Y es que hay que dejar muy claro que la selección natural no genera organismos más felices, sino mejores adaptados a su medio, y para sobrevivir en un medio hostil, ser feliz puede ser contraproducente. Si nuestra liebre viviera más tranquila y reposada, su estado de alerta se habría relajado y, seguramente, se habría extinguido hace mucho ya. Esa es la clave del conflicto entre la perspectiva ética y la selección natural darwiniana: la naturaleza es amoral, por lo que si quieres moralizarla tienes que modificarla profundamente, tanto que dejaría de ser naturaleza. Un mundo sin sufrimiento no sería, desde luego, un mundo natural.

¿Qué hacer entonces? Yo abogo más por el ecologismo que por el animalismo. Creo que sale teóricamente más barato (menos problemático) defender los ecosistemas tal y como son, y luchar por su conservación, que no modificarlos drásticamente a partir de la, tan controvertida, perspectiva animalista.

Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, La eutanasia de la liebre, La máquina de Von Neumann 09/10/2024

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