Stephen Hawking i el futur de la filosofia.





Stephen Hawking se desmiente casi inmediatamente a sí mismo, cuando en las mismas entrevistas en que dice que la filosofía ha muerto (inicialmente lo sostuvo en su libro El gran diseño), añade que debemos manipular nuestros genes para convertirnos en seres superinteligentes capaces de competir con las máquinas superinteligentes que crearemos dentro de poco. ¿No hay ninguna cuestión filosófica relevante detrás de esta pretensión? ¿No hay presupuestos discutibles desde la epistemología, la ética, la antropología filosófica, la filosofía de la mente…? No parece que haga falta esforzarse mucho para reconocer varios.
Pero dicho esto, hay que añadir a continuación que la filosofía no tiene garantizado un futuro. De hecho, presenta síntomas claros de decaimiento –que son en buena parte causantes de su deteriorada imagen– de los que cabe responsabilizar a los propios filósofos. A lo largo del siglo XX, uno de los siglos más convulsos de la historia, la filosofía (con algunas excepciones notables) pensó que podía desentenderse de los problemas que verdaderamente aquejaban a la humanidad. Pensó que le estaban reservadas tareas más elevadas, más nucleares, menos periféricas. Se replegó entonces en disquisiciones escolásticas sobre la conciencia pura, el lenguaje ideal, el modo en que hablamos de ciertas cosas, la interpretación infinita de significados textuales, el final de la filosofía, la muerte del sujeto, la construcción social de la realidad. Se obsesionó con el rigor puramente formal y con la elaboración de una jerga aparentemente rompedora, pero incomprensible. Se hizo académica, en el peor sentido de la palabra, y dejó las cuestiones importantes en manos de opinadores diversos y de “think tanks” a sueldo. Con todo ello, ha dejado tras de sí un largo reguero de ideas vacías, como las ha llamado Peter Unger, que solo han interesado a los ingresados en cada una de sus especializadas escuelas. No es extraño, pues, que ante la constatación de este estado, se hayan multiplicado las voces de los que certifican que la filosofía ha muerto, justo en la época en que más se escribe y se publica sobre filosofía.
La filosofía –es verdad–, a diferencia de las ciencias, no hace descubrimientos; excepto uno solo, y cuando es buena: nos pone al descubierto lo que los seres humanos hemos sido y lo que hemos querido ser. Nos señala cuáles han sido nuestras aspiraciones y nuestros miedos, nuestros deseos y nuestros deberes, nuestros límites y nuestra desmesura. Eso es básicamente lo que cualquier estudiante de filosofía aprende a valorar a través de numerosas lecturas en los años de su formación. Pero aprende también algo aún más valioso que difícilmente aprenderá en otros lugares, ya sean académicos o no, a saber: que si bien a lo largo de la existencia uno puede ponerse, si quiere, en las manos de muchos guías morales o intelectuales, sólo el uso autónomo de la razón, como nos enseñó Kant, hace a un ser humano alguien auténticamente libre. Por eso, el estudiante de filosofía, al cabo de un tiempo, no podrá ya enfrentarse a ningún asunto importante en su vida sin considerarlo al modo filosófico, es decir, sin preguntarse qué le dice al respecto su razón. Esto le traerá ventajas en algunas situaciones, porque no son muchos los que se atreven a salir de la opinión común, de lo que se supone que debe pensarse sobre ese asunto. Y podrá así aportar un punto de vista diferente. Pero le acarreará también desventajas. Sobre todo en aquellos momentos en los que el sentido de lo práctico, de lo conveniente, ha de ser pospuesto. Y es que, paradójicamente, el lado no teórico, sino práctico, de la filosofía –el que ha tenido siempre como fin último el logro de una vida digna de ser vivida–, ha aconsejado repetidas veces al practicante de la filosofía ser poco práctico. Todo el que se dedica profesionalmente a la filosofía ha de preguntarse alguna vez si merece la pena seguir este consejo.
Antonio Diéguez, El valor de la filosofía, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales. Vicente Lombargo Toledano  marzo 2015
http://www.centrolombardo.edu.mx/el-valor-de-la-practica-profesional/el-valor-de-la-filosofia/

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