El dualisme cartesià.




De su célebre argumento, “pienso, luego existo”, Descartes infirió que la realidad de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia, era más segura y más claramente cognoscible que la del mundo físico en el que nos parece vivir. También argumentó que la conciencia no posee una naturaleza material: puesto que podemos imaginar que seguimos existiendo y pensando mientras a la vez imaginamos que no poseemos un cuerpo, de ahí se seguiría que el yo es una sustancia cuya esencia consiste únicamente en “pensar”, y que es independiente de cualquier entidad o proceso físico. Ese tipo de teorías sobre la mente se conocen como dualistas. (26)
Una cosa son las mentes y otra muy distinta, los cuerpos; tan distintas como pueden ser un volcán y una ecuación de segundo grado: no solo es que sean diferentes, es que son heterogéneas, hay que pensarlas con categorías y conceptos fundamentalmente distintos. ¿O no? (27)
La verdad es que, por muy distinta que la mente sea del organismo, también está claro que hay una íntima conexión entre ambos: si no enciendo una luz por la noche, ya puede mi mente pensar o desear lo que quiera, que no le llegarán las imágenes de lo que hay a mi alrededor; si ingiero una cantidad considerable de alcohol etílico (una molécula bastante simple), mis procesos mentales se modificarán también considerablemente; si mi mente me lleva a recordar que tengo puesta la comida al fuego desde hace demasiado rato, de alguna manera tiene que apañárselas para conseguir que mis músculos empiecen a moverme rápidamente hacia la cocina, etc. La cuestión, por lo tanto, no puede ser sin más la de qué hace que la mente y el cuerpo posean naturalezas completamente heterogéneas (pues muy heterogéneas no pueden ser, si hemos de poder explicar su permanente interacción e interdependencia), sino más bien por qué nos llega a parecer tan obvio que son cosas distintas. (27)
Jesús Zamora Bonilla, En busca del yo. Una filosofía del cerebro, EMSE EDAPP, S.L. 2018

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