La decadència de l'intel.lectual.
Ahora, la figura del intelectual está de capa caída. Su capacidad de influencia fue mucho mayor en otros tiempos, y en bastantes casos, aunque ahora parezca mentira, eran una especie de sacerdotes laicos. Quizá esa decadencia no sea una mala noticia. En el mejor de los casos, el intelectual puede ser un ideólogo puro, honestamente empeñado en propagar las ideas que considera que conforman el bien. Sin embargo, raramente es solo eso y suele estar motivado por su ambición personal, sus odios o el profundo desconocimiento que, en realidad, tiene de aquellos que dice defender. Nadie, en ninguna profesión, es ajeno a todo eso, por supuesto, pero los intelectuales parecen una clase, o un oficio, particularmente tendente al narcisismo.
Ramón González Férriz, Desconfíe de los intelectuales (aunque seguramente ya lo hace), El Confidencial 12/06/2017
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