"No ets més que un conjunt de neurones", exemple de fal.làcia mereològica (Steven Rose).
IdZ: Desde los ‘70 viene discutiendo contra el determinismo biológico, desnudando su relación con posiciones reaccionarias en ciencias sociales y con políticas de derecha. En No en nuestros genes (1984) por ejemplo, con Richard Lewontin y Leon Kamin, critican la sociobiología de Wilson y las tesis de Richard Dawkins en El gen egoísta (1976). Han pasado varias décadas. ¿Cuál cree que es el lugar del determinismo biológico hoy, cuando muchos neurocientíficos hablan de la “década de la mente”?
El determinismo biológico está vivo y con buena salud. Florecen los comentarios sobre los genes. En Inglaterra la coalición de gobierno conservadora-liberal ha reabierto el debate sobre el IQ [Coeficiente Intelectual, N. de T.], con el alcalde de Londres afirmando que el 16 % de la población posee coeficientes intelectuales por debajo de 85 y son esencialmente gente “desechable” en oposición al 2 % con 130, y el consejero del Ministro de Educación afirmando que el Coeficiente Intelectual es 70 % heredable. Estas afirmaciones repiten los viejos “malos entendidos” tanto de la teoría del IQ y de la génetica, que están claramente conducidas ideológica y políticamente. Mientras, las neurociencias son igual de deterministas, reificantes y buscan localizar todo –desde el amor romántico hasta la orientación política y el juicio moral– en regiones del cerebro visualizadas por imágenes de resonancia magnética funcional, y a su vez moldeadas por fuerzas genéticas. Considerá frases tales como “vos no sos nada más que un manojo de neuronas” (Francis Crick) o “Yo Sináptico” (Joseph LeDoux) o “Vos sos tu cerebro” (Eric Kandel) –todos ejemplos de la falacia mereológica que reduce la persona socialmente insertada a nada más que la biología–.
IdZ: En Tu cerebro mañana (2005) también señala, respecto de las dicotomías mente-cuerpo o proceso-producto, parafraseando a T.Dobhzansky, que “nada en biología tiene sentido excepto a la luz de su propia historia”, y que estas han estado determinadas por el desarrollo del capitalismo. ¿Podría decirnos cómo ve usted esta relación?
Es bien conocido que, en Occidente, el nacimiento en el siglo XVII de la ciencia “moderna” fue contemporáneo con el ascenso del capitalismo. Los modos de pensamiento que hasta ahora el capitalismo ha requerido –reduccionista, cuantificable, individualista– son precisamente aquellos que han moldeado las direcciones del desarrollo científico en los últimos tres siglos, enmarcando tanto las preguntas que se hacen los científicos del mundo natural a nuestro alrededor, como los tipos de respuestas estimadas aceptables.
IdZ: En relación con estas tendencias deterministas y dicotómicas, en ese libro usted afirma que “ha habido solo un abordaje completamente occidental a la ciencia que evade esta crítica, la del materialismo dialéctico marxista”. ¿En qué sentido cree usted que el materialismo dialéctico marxista ha sido una contribución?
El contraste es con el materialismo mecánico reduccionista, que Marx y Engels criticaban, el cual reduce todo a procesos moleculares –véase Moleschott u otro fisiólogo del siglo XIX entre los científicos de la vida y fisiólogos en la tradición cartesiana–. En su interés por exorcizar el “fantasma en la máquina” ellos optaron por un universo determinista al extremo. Un materialismo dialéctico reconoce la existencia de niveles de organización del mundo material, que las células no pueden ser simplemente reducidas a moléculas o los organismos a células sino que nuevas relaciones emergentes aparecen en todos los niveles, que dependen pero trascienden los niveles más bajos (por ejemplo, el comportamiento de la pelota en un partido de fútbol está estrictamente sujeto a las “leyes” de la física, pero no se pueden deducir las leyes del fútbol de principios físicos), están profundamente localizadas socialmente en patrones y cambios en la organización social y la cultura.
IdZ: Usted también dijo que el marxismo es “una tradición potencialmente fértil”. ¿En qué sentido cree que esto es significativo hoy?
En ciencia, por las razones arriba señaladas. En la vida y en la política porque aunque vivimos en tiempos radicalmente cambiados, con las transformaciones en la producción globalizada, la destrucción de las clases obreras organizadas al menos en los Estados posindustriales, la tradición marxista enfatiza las grandes contradicciones en la sociedad, de clase, género, raza, por lo que termina con los eufemismos de la ideología burguesa.
IdZ: En La radicalización de la ciencia (1976), y en Ciencia y Sociedad (1970), con la socióloga de la ciencia Hillary Rose señalan la necesidad de desarrollar una “economía política de la ciencia” desde el marxismo, y trazan una caracterización crítica apuntando a la tendencia a la mercantilización de la ciencia a varios niveles. ¿Qué de esa caracterización se mantiene hoy?
Esto está discutido particularmente en el último libro que escribí junto a Hillary Rose, Genes, Cells and Brains: the Promethean promises of the new biology [Genes, Células y Cerebros: las promesas prometeicas de la nueva biología]. En una economía neoliberal globalizada la tecnociencia ha devenido mercantilizada, y juega un rol central en la mercantilización de casi cada aspecto de nuestra vida cotidiana, incluyendo información acerca de nuestro cuerpo y nuestra genética.
Juan Duarte, La falacia de reducir la persona a nada más que biología, entrevista a Steven Rose, Ideas de Izquierda. Revista de Política y Cultura nº7 marzo 2014
Entrevistó y tradujo: Juan Duarte.
Steven Rose
Formado en Bioquímica y Neurobiología en Cambridge en los años ‘50, fue parte de un significativo sector de científicos de primer nivel que, impactados por grandes hechos históricos como la autocrítica del PC en los ‘50 por los crímenes del estalinismo, la invasión soviética a Hungría, la Guerra Fría y –sobre todo– la guerra de Vietnam, se acercaron a las ideas del marxismo y las luchas obreras y populares, participando de ellas al tiempo que cuestionando el rol de la ciencia en la sociedad capitalista. Al igual que el paleontólogo Stephen Jay Gould y el genetista Richard Lewontin, entre otros, sus aportes son clave para una crítica de la ciencia en el capitalismo, y en particular de los desarrollos reduccionistas y deterministas biológicos, que justifican diferentes formas de opresión. Junto con Hillary Rose publica Ciencia y sociedad en 1969, y La radicalización de la ciencia en 1976. En 1984, junto con Richard Lewontin y el psicólogo Leon Kamin, publican No en nuestros genes. Racismo, genética e ideología, desde el cual emprende una importante crítica al reduccionismo y el determinismo biológico de la sociobiología, y los usos de la genética y el evolucionismo en autores como Edward Wilson y Richard Dawkins, utilizando elementos de la teoría marxista. También publica Alas, poor Darwin. Arguments Against Evolutionary Psychology (2000), que compila importantes críticas a los usos reduccionistas del evolucionismo en psicología, y Trayectorias de vida: biología, libertad, determinismo (2004). En Tu cerebro mañana (2008) desarrolla una crítica a las neurociencias actuales exponiendo su propia síntesis alternativa. Más recientemente publicó, también junto con Hillary Rose, Genes, Cells and Brains: the Promethean promises of the new biology (2012), sometiendo a crítica a la biotecnología, la medicina regenerativa y las neurociencias en el marco del capitalismo neoliberal. Académicamente hizo importantes aportes en el campo de la neurobiología del aprendizaje y la memoria, y es profesor emérito en la Open University de Londres. En los últimos años fue uno de los principales impulsores del boicot científico al Estado de Israel en defensa del pueblo palestino.
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