La invenció de la llibertat (entrevista amb Juan Arnau)



Cuenta el académico Juan Arnau que, de joven, cuando estudiaba su doctorado en EEUU, muchos de sus seminarios se centraban en criticar a figuras clave de la literatura como Borges o Cortázar. “Nos ensañábamos con una desfachatez formidable”, recuerda. No debieron convencerle aquellos pinitos en la razón crítica, muestra de ello es La invención de la libertad (Atalanta) un ensayo en el que el docente, sin desmerecer a la crítica kantiana, carga contra una filosofía en la que la crítica está “hiperdesarrollada”, y la empatía, en cambio, “brilla por su ausencia”. 

Así las cosas, Arnau reivindica en su último libro una forma de conocer que se salga o vaya más allá del paradigma mecanicista dominado por las leyes matemáticas, una filosofía que supere “los lamentos existencialistas” del siglo XX y se “comprometa con la vida”. En castellano; menos numeritos y más percibir, sentir.

Lo primero que llama la atención es el título, La invención de la libertad. ¿Construimos nuestra libertad o nos viene dada?

Vivimos desde el siglo XVII en un mundo dominado por esta idea de que el universo tiene unas leyes inmutables y que nuestro comportamiento no es más que el resultado de unos circuitos neuronales. Esta idea esconde algo tremendo, a saber; que somos como autómatas, zombis en un mundo en el que ya está todo decidido. Este libro, en cambio, se centra en tres pensadores que se salieron de esa corriente dominante: William James, Henri Bergson y Alfred N. Whitehead.

¿Cómo definiría la libertad?

Hay una broma en Seinfeld que dice que el capitalismo consiste en poder optar entre 150 marcas de chocolatinas diferentes y dos partidos políticos. Digamos que hay una idea de libertad que va asociada a la posibilidad de elegir, lo que para mí es una idea espuria de la misma. Prefiero pensar en la libertad como un momento de liberación de todo aquello que nos ata, es decir, no tiene que ver con cumplir los propios deseos como con distanciarse de ellos, verlos desde fuera, como si fueran deseos de otro. Ese sería el sentido de la libertad que late en estas páginas, en estos autores.

Cuenta en su ensayo que el mecanicismo termina por ser hegemónico, ganó la batalla. ¿Qué consecuencias tiene esto?

La principal es que hay un predominio de lo cuantitativo y del mundo de la técnica sobre el mundo de las humanidades, sobre el mundo que históricamente ha estado asociado a las humanidades. Esto hace que habitemos un mundo en el que todo está resuelto, como un complejísimo sudoku todavía sin resolver y que tiene una única solución, así ven el universo los mecanicistas. El universo es, por tanto, un lugar sin sentido, dominado por la materia, ciego y azaroso, en el que la conciencia es como un convidado de piedra.

Y todo porque no se puede medir…

Exacto. No solo la conciencia, los recuerdos, por ejemplo, son inmateriales, no necesitan un cajón en el cerebro donde ubicarse. Esta idea, que es de Bergson, es revolucionaria y escandalizaría a cualquier neurocientífico. Se dedican cantidades ingentes de dinero en investigación para saber dónde guarda el cerebro el recuerdo. Constantemente la ciencia va dando pasos pero lo cierto es que, por el momento, tan solo conocemos el 5% de la materia existente en el universo y, pese a ello, la física habla de unas leyes que al parecer son universales.

Leyes en las que se fundamenta nuestro dogma científico

Se trata, a fin de cuentas, de una narración; las hay más o menos eficaces. Según se mire, el mecanicismo es una narración terriblemente desesperanzadora, una narración que parte de la asunción de que somos unos autómatas.

Pero que nos tranquiliza…

Diría que te justifica. Si carecemos de voluntad y somos autómatas, cómo vamos adherirnos a algo, cómo vamos a creer en una doctrina. Vivimos en un mundo ciego y mecánico en el que el 95% de la riqueza está en manos del 1% de la población. La codicia parece ser la respuesta en un mundo dominado por el mecanicismo, vivimos en el sálvese quien pueda.

Habla de la fábula en su libro y de la necesidad de volver a fabular. ¿Estamos colmados de ficción? ¿Por qué cree que hemos perdido esa capacidad?

Exceso de información. La información está sobrevalorada, no nos hace falta tanta. Sería mucho más útil vivir en torno a un mito, incluso los científicos más escépticos y nihilistas tienen su propio mito.

¿No podemos escapar al mito?

No, el mito da sentido, permite organizar la vida mentalmente, todos necesitamos de ese mito. Gente sensible como Nietzsche, Sartre o Camus se plantearon el sinsentido que supone vivir en un mundo en el que todo parece estar decidido. Su filosofía es, entonces, una filosofía del lamento que surge como reacción al peso del mecanicismo en nuestro modo de conocer. En La invención de la libertad lo que propongo es una filosofía de la empatía, la atención y la creatividad. Hemos abusado demasiado de la filosofía crítica.

Pero no cree que la razón crítica es una herramienta mejor para el conocimiento que la empatía

Por supuesto, sin Kant la filosofía contemporánea no sería lo que es ahora, pero es asombroso cómo nuestras capacidades críticas están sobredimensionadas y nuestras capacidades empáticas muy disminuidas.
Se hace eco en el libro de una cita de Bergson en la que viene a decir que las ciencias tienden a la obtención de resultados, mientras que la filosofía ha de pretender seguir lo moviente, adoptar el devenir de las cosas…

Lo que trataba de decir es que el tiempo ha sido espacializado.

Sí, pero hay una interpretación que entiendo puede resultar capciosa. En ese “seguir lo moviente” se puede inferir que hay que adaptarse sin oponer resistencia, sin espíritu crítico, olvidándose de posibles asideros ideológicos.

En Bergson esta frase hace referencia a lo meditativo. En todo caso soy consciente de esa interpretación que va en la línea de la flexibilidad y del corsé ideológico. En ese sentido, yo soy partidario de aquello que decía Borges de que se deberían elegir los gobernantes por sorteo. El otro día estuve en el Palau de la Música de Valencia porque vino el director británico Gardiner para dirigir La pasión según San Mateo de Bach. Le dije a mi acompañante que estaría bien, pese a que sería poco democrático, que entre los asistentes se sorteara quién iba a gobernar.

Poco democrático y también algo elitista. ¿Por qué no se sortea en una casa okupa o en un club de petanca?

No lo llamaría elitista, sería gente que ha formado su sensibilidad, es decir, ahí pueden haber ciudadanos de escasos recursos que ha invertido lo poco que le queda de su pensión en ir a ese concierto.

Pero no es lo habitual, estará conmigo…

No, no es lo habitual, pero la otra opción es que un maltratador o un hooligan tomen las riendas del país. Lo importante, en todo caso, es que estén bien formados, algo que no pasa en nuestro país. La política se ha vuelto un espectáculo mediático y sobre todo dialéctico. Hay una superstición que creo que es una falacia consistente en creer que quien sabe debatir bien va a administrar bien. Es probable que un aldeano de Ávila administre mejor que alguien que te gana en cualquier discusión.

Juan Llosa, entrevista a Juan Arnau: "La información está sobrevalorada", Público 19/04/2016

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