Descartes i l'autòmat.







Quería demostrar que una máquina con los órganos y la figura de un ser humano y que imitase nuestras acciones en lo que moralmente fuera posible, no podía ser considerada como un hombre; y para ello, aducía dos consideraciones irrefutables. La primera era que nunca una máquina podrá usar palabras ni signos equivalentes a ellas, como hacemos nosotros para declarar a otros nuestros pensamientos. Es posible concebir una máquina tan perfecta que profiera palabras a propósito de actos corporales que causen algún cambio en sus órganos –por ejemplo: si se le toca en un punto, que conteste lo que determinó el autor de la máquina – ; lo que no es posible, es que hable contestando con sentido a todo lo que se diga en su presencia, como hacen los hombres menos inteligentes. La segunda consideración era que, aún en el caso de que esos artefactos realizarán ciertos actos mejor que nosotros, obrarían no con conciencia de ello, sino como consecuencia de la disposición de sus órganos. 

Descartes, Discurso del Método trad. Francisco Larroyo, México: Porrúa, 1977, pág. 31-32

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