El triomf de l''homo economicus'.



           

El triunfo del HE se produce en un doble plano: en el mundo y en las teorías sobre el mundo. Es posible que sus virtudes teóricas y epistémicas expliquen su vocación de monopolio entre los distintos modelos antropológicos que han nutrido la teoría social, pero lo que es innegable es que ese triunfo en el terreno de las ideas fue precedido de un triunfo en el plano material, en la historia. Entre las diversas motivaciones humanas, las nacientes sociedades capitalistas alentaban la búsqueda del interés. Se nutrían del HE y propiciaban su proliferación[1]. En ese sentido, se puede hablar de un desplazamiento del combustible social desde las pasiones hacia los intereses[2]. Un desplazamiento ventajoso en más de un sentido. 

Los moderados burgueses buscan sus beneficios y no se entregan al activismo político, las emociones o las religiones. La fórmula "el dinero es cobarde y previsible" condensa algunas de esas ventajas. Por una parte, el doux commerce “suaviza las costumbres bárbaras”, favorece la tolerancia mediante el trato con otros, alienta virtudes como la moderación, la honradez, la honestidad, la frugalidad y la laboriosidad[3]. Además, en el mercado, cuando cada uno procura por sí mismo de un modo calculado y, en competencia, se ve obligado a atender las demandas de los consumidores, no se embarca en otras empresas que las que se traducen, sin que nadie lo pretenda, en la prosperidad para todos: la mano invisible que popularizará Adam Smith[4] y que anticipaba Vico: "las pasiones de los hombres ocupados por entero a las búsqueda de su utilidad privada se transforman en un orden civil que permite a los hombres vivir en sociedad humana"[5]. Sobre el sustrato de ese orden civil se pueden levantar las instituciones. El egoísmo de las gentes asegura un orden y permite orientarse a los gobernantes. James Steuart, el padre de la economía política --al menos el acuñador de la fórmula, nueve años antes de la publicación de La riqueza de las Naciones-- lo resumía con eficacia, cuando, después de recordarnos que "si todos los días ocurriesen milagros, no habría leyes", acotaba: "si todos actuaran en favor del interés público y se olvidaran de sí mismos, el estadista se sentiría desconcertado"[6].



Félix Ovejero, Ascenso y caída de el 'homo economicus'

[1] Un repaso de su historia y sus limitaciones, cf., P. Demeulenaere,  Homo oeconomicus: Enquete sur la constitution d'un paradigme, París, PUF, 1996.
[2] A. Hirschman, The Passions and the Interests: Political Arguments For Capitalism Before Its Triumph. Princeton, Princeton U. P., 1977.
[3] En opinión de Montesquieu,  De l’esprit des lois, [1748] en Oeuvres Complètes, París,  Seuil, 1964, p. 546.
[4] Para un repaso en el marco de la teoría económica, hasta recalar en las teorías del equilibrio general, cf. B. Ingrao, G. Israel, The Invisible Hand. Economic Equilibrium in the History of Science, Cambridge, Mass., The MIT Press, 1990.
[5]  G. Vico, Principi di Scienza Nuova, L´Aquila, REA Edizioni, 2013 (e.o. 1725)  libro I,   II, VII.  Kindle e-book
[6] J. Steuart, Inquiry into the Principles of Political Economy,  Chicago, University of Chicago Press, 1966 (e.o. 1767),  pp. 143-144.

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