Oci, treball i evolució.
A nuestros cerebros les llevó millones de años
evolucionar en entornos de tipos muy diferentes a, por ejemplo, una oficina
moderna. Los seres humanos no empezaron a leer y escribir hasta hace unos 5.000
años; este es el motivo por el que sigue resultándonos tan arduo aprender a
leer. Carecemos de estructuras neuronales especificada genéticamente para leer,
y nuestro cerebro debe reciclar otras estructuras cerebrales para ese
aprendizaje. La capacidad de hablar, en cambio, fue un resultado muy anterior
de la evolución; por ese motivo, normalmente no necesitamos esforzarnos para
aprender a hablar. (…)
Contamos con estructuras cerebrales especializadas para la comprensión y
producción del lenguaje hablado. Cuando llegamos a la adolescencia, dominamos
nuestra lengua nativa sin necesidad de recibir instrucciones especiales. No obstante,
en contraste, muchas personas sanas cuyos cerebros funcionan normalmente
alcanzan la adultez sin saber leer.
Es importante señalar este hecho porque nuestro cerebro moderno de vida y
nuestra ética del trabajo son invenciones culturales todavía mucho más
recientes que la lectura. El neurocientífico sueco Torkel Klingberg señala que
“un cerebro de la Edad de Piedra debe hacer frente a la Era de la Información”.
No contamos, por ejemplo, con estructuras cerebrales especificadas
genéticamente para la multitarea (multitasking),
y diversos estudios indican que el desarrollar varias tareas en simultáneo,
nuestro rendimiento es peor en todas ellas. (pàg. 44)
Nuestros cerebros funcionan de manera óptima con dietas ricas en proteínas
y períodos extendidos de actividad física de baja intensidad, como caminar o
correr, alternados con períodos de ocio. Tratar de extender permanentemente la
capacidad mental más allá de su límites conduce a peor desempeño laboral,
fatiga y, con el tiempo, a enfermedad psicológica y física crónica.
En la vida del hombre de Cro-Magnon había, en realidad, más ocio que
trabajo. Entonces, el trabajo consistía en cazar o recolectar alimentos. Existe
amplia aceptación de la idea de que la capacidad de ocio del hombre de
Cro-Magnon fue una condición de la “explosión creativa” que tuvo lugar en la
evolución humanan. En términos biológicos, nuestro cerebro es casi idéntico al
de aquel hombre. Una vez que se satisfacían las necesidades básicas –alimento,
abrigo, o protección frente a los elementos y la adversidad- no era necesario
trabajar. (pàg. 47)
Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto
automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015
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