El somni només és el principi








Todxs lxs filósofxs arrancan desde algún sitio: el fuego, el ser, la nada, la acción, la historia… Una maravilla de Ernst Bloch es que parte del “sueño diurno”. La filosofía más compleja le da toda su dignidad al hecho más simple: ensoñamos, cotidianamente, con una vida mejor.
“Si las cosas fueran así o asá”, “si lograra ese trabajo”, “si ella me quisiera”… Son destellos, presentimientos, fulguraciones que hablan de que estamos inquietos, vivos, de que aún no hemos dicho nuestra última palabra y anhelamos algo distinto. El sueño diurno anticipa. Y a veces anticipa un movimiento colectivo, un cambio de época.
Pero el sueño es sólo el principio. Hay que distinguir entre los “falsos futuros” y los “auténticos”. Los falsos futuros no nos llevan más que adónde estamos, son posibilidades ya dadas. El futuro auténtico es el desconocido. Algo en nosotros exige un cambio, un desplazamiento, un éxodo. Ponernos en marcha.
Y ese viaje hay que organizarlo. Es, digamos, el “momento leninista” de la utopía para Bloch. Hay que verificar si nuestros sueños tienen alguna base en el mundo. Las esperanzas deben ser fundadas, con pie a tierra. Y luego hay que decidir, planear, llevar a cabo, armar complicidades, teniendo en cuenta que la vida humana se tuerce siempre.
El verano es, para quien lo pueda aprovechar así, un buen momento para el sueño diurno. Nos despegamos de lo dado y fantaseamos. Escuchamos nuestras latencias, tendencias. Pero luego hay que ponerse manos a la obra, sabiendo que será una batalla sin garantías de victoria. Dialéctica entre agosto y septiembre...

Amador Fernández-Savater

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