Els números i la realitat.
Aquiles y la inalcanzable tortuga, la célebre paradoja de Zenón, nos espeta una verdad incómoda: no sabemos qué es el movimiento. Newton postuló el espacio y el tiempo absolutos, la malla fija contra la que se miden los fenómenos, para explicar el movimiento. Y desde entonces hacemos como si lo entendiéramos (y en eso consiste la física newtoniana, que nos ha llevado a la Luna). Pero ese desconocimiento, exige un fundamento inmóvil y tautológico, que va de Parménides a Wittgenstein, pasando por Nicolás de Cusa: el Uno no es un número, sino aquello que hace posible los números y, a partir de ellos, las ciencias de lo cuantitativo, que reviven, transformándolo, el mito pitagórico. Los cielos son armonía y número, lo recordará Galileo, que arranca la revolución científica. La mística numérica tendrá un largo recorrido y los números, principios constitutivos de lo real, dominarán la realidad política y financiera, aunque escondan su propia refutación (la segunda paradoja): la infinita divisibilidad de lo finito. Infinito hacia arriba, las estrellas, pero también hacia dentro, hacia los abismos del yo, de Einstein a Freud. Una verdad que para los pitagóricos no fue únicamente cuantitativa. Los números tenían cualidades y una significación moral. Cada uno llevaba asociada una perfección y su contrario, expresando una “tensión esencial”, el muelle que impulsa las transformaciones del mundo, la metamorfosis de los cuerpos. Había entonces armonía entre el orden cósmico y el moral, entre la técnica y el humanismo. La modernidad cambió las cosas ...
Juan Arnau Navarro, Aquiles era la tortuga, El País 25/09/2019
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