El temps i el realisme ingenu.
Todos nosotros nacemos realistas ingenuos (Naïve realism), pensamos que lo que observamos por nuestros sentidos es la auténtica y pura realidad al desnudo. Creemos que el árbol que tenemos delante de nuestros ojos tiene esas formas y colores de un modo absolutamente objetivo. Es por eso que si viviéramos en la matrix de las Wachowski, no habría forma de escapar de allí hasta que Morfeo viniera a rescatarnos (solo pueden salvarte desde fuera, tú nunca podrías salir desde dentro). Pero, ¿es que acaso lo que percibimos no es el mundo real? ¿El árbol que veo delante de mis ojos no está, realmente, delante de mis ojos? No.
El primer argumento contra el realismo ingenuo va referido al tiempo. Creemos que lo que percibimos visualmente ahora mismo, está pasando, realmente, ahora mismo. Creemos que tenemos un acceso directo al presente. Sin embargo, esto es imposible: el cerebro necesita un tiempo para procesar la información. Cuando vemos cualquier objeto, desde que la información visual golpea la retina y viaja por el nervio óptico, pasando por distintas áreas visuales y por el hipotálamo, hasta llegar a las zonas de asociación, pasan, como mínimo, unas milésimas de segundo. Por tanto, la representación mental que emerge en mi consciencia tiene, necesariamente, cierto lag, llega con retraso. No tenemos acceso directo al presente, sino solo a un pasado reciente. El árbol no está delante de nosotros, tan solo estaba delante de nosotros.
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Transparencia, La máquina de von Neumann 24/09/2019
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