Creativitat i foscor.







Nada más cercano a la ceguera que un mundo saturado de imagen. Nuestro mundo-pantalla en cierta forma vuelve más difícil cerrar los párpados, y ante la saturación y disponibilidad que incita a ver todo el tiempo complica observar lo mirado, detener la imagen y profundizar en ella, abordar el espesor más allá de lo epidérmico. La dificultad de mirar sin párpados conlleva el riesgo de inmunizarnos frente a las imágenes que en otro tiempo nos hubieran agitado: ese niño tiritando en la frontera, esas muertes masivas.

Porque la luz tiene fama de alentadora, pero ¿han advertido cómo muchas de las cosas que importan suelen protegerse de ella y necesitan oscuridad o párpados? Sin ellos, ¿cómo entornar los ojos para enfocar lo que importa?, ¿cómo descansar en el sueño o ensimismarnos en el pensamiento interior?

Qué alivio entonces poder controlar los párpados. Qué alivio contar con la oscuridad que permite detenernos y extrañarnos ante las cosas, recuperar la atención perdida, entornar los ojos e interpelar lo mirado manteniendo activa nuestra curiosidad. Qué alivio frenar en el ver productivo de quien acumula sin integrar ni componer lo que recolecta sintiéndose solo frente a su pantalla.

La sumisión de un mundo sin párpados es posible porque se debilitan las formas éticas de solidaridad y ciudadanía, pero también el pensamiento propio que requiere sujetos con párpados y vida íntima. De cómo una época gestiona, promueve o dificulta la intimidad para unos y otros se derivan diferentes mundos de vida y de ciudadanía. Diría que distintos grados y espejismos de libertad.

Remedios Zafra, Un mundo sin párpados, El País 22/05/2021

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