Necessitem una cultura dels límits (Jorge Riechmann)
Hace poco andaba yo releyendo las famosas páginas de la Política de Aristóteles donde él establece la diferencia entre oikonomía y crematística ...
El Estagirita señala que la disciplina llamada económica/ oikonomía se ocupa de la producción de bienes necesarios para la vida y útiles para la casa y la polis (y también de la adquisición por compraventa). “La verdadera riqueza consiste en esos bienes”, dice el pensador griego, y tiene límites porque las necesidades humanas son limitadas: “La medida de esta clase de posesiones que son suficientes para una vida buena no es ilimitada”. La naturaleza humana, nos dice el naturalista Aristóteles, puede describirse en términos de basic needs limitadas. Pero ¿es esto todo? No: Aristóteles añadió que hay “otra clase de arte de adquirir”, que denominó crematística, “para la cual no parece haber límites de la riqueza y la posesión”. La razón de esta peculiaridad es que gira en torno al dinero. El dinero es el comienzo y el final de este “arte de adquirir”, y como el dinero se puede acumular indefinidamente no hay límites a su adquisición (Política, 1256a).
Lo que me parece importante aquí es esa distinción –ya aristotélica– entre necesidades básicas (de subsistencia) limitadas y deseos potencialmente ilimitados. Sobre esta pareja de conceptos, needs vs wants, se han construido casi todas las teorías contemporáneas de las necesidades básicas: Manfred Max-Neef, Len Doyal e Ian Gough, etc.
La cuestión importante es que, si bien los bienes físicos y las necesidades corporales son por naturaleza limitados, el dinero, al menos en principio, no lo es. Esto, como explico (siguiendo a Richard Seaford), fue una preocupación central para los griegos, y da cuenta de su nomos, así como de su cultura donde prevaleció la autolimitación.
Para lo que aquí nos importa: la psique humana, desfondada por el lenguaje, cede con cierta facilidad a la llamada de lo ilimitado e infinito. Y esto lo sabían los griegos antiguos, y precisamente la concepción del mundo del psicoanálisis (y la de Castoriadis, claro, que era psicoanalista) insiste sobre este riesgo. La desmesura humana (que los griegos antiguos llamaron hybris, y los cristianos, pecado original) no es algo episódico ni secundario en nuestra vida: más bien parece pertenecer a la misma naturaleza de un animal lingüístico como lo somos nosotros.
“La naturaleza es escasa sólo si nuestros deseos son excesivos” (p. 52): claro, pero resulta que tenemos ahora, como cuestión de hecho, una humanidad moldeada libidinalmente por el capitalismo neoliberal, seres humanos con deseos excesivos (cuestión de hecho) dentro de un sistema económico expansivo (cuestión de hecho) que choca contra los límites biofísicos del planeta Tierra (también el overshoot ecológico es una cuestión de hecho). ¡Claro que la naturaleza es hoy escasa! No lo sería sólo después de una revolución ecosocialista y ecofeminista, que debería incluir una “revolución cultural” de la autocontención –y que por desgracia no se ve venir por ningún lado.
Es la actualización del clásico argumento de Epicuro: “El más terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros”. Efectivamente: si me mantengo siempre dentro de los límites de una cultura de la autocontención, no experimentaré la escasez.
Jorge Riechmann, Giorgios Kallis, Adrián Almazán, Sobre límites, ctxt 23/06/2020
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