El futur de l'esquerra (Esteban Hernández)



En estas cuatro décadas, lo que hemos visto es cómo una pequeña parte de la pirámide social, la superior, ha estado acumulando poder y recursos, que ha quitado al 80% restante. Esa es la derecha. La izquierda tiene que apostar por que la mayoría de la sociedad consiga esos recursos y ese poder que están siéndole hurtados. Sin este elemento, lo demás es distracción, porque el capitalismo contemporáneo funciona así; puede que invoque asuntos culturales o de civilización, pero el único resultado real es que nos está quitando poder y recursos a los demás.

Todo está pensado para que enfoquemos nuestra vida hacia la mejora de nosotros mismos, una especie de auto-exigencia que nos empuja a tener cuerpos más fibrosos, más conocimientos que sirvan para el mercado laboral, más competencias relacionales, más bienes distintivos, más amantes, más éxito. A mí lo que me importa es tener tiempo para hacer lo que me gusta, una categoría que va desde estar con mi familia o con los amigos hasta escribir, y eso es justo lo que no tengo, ni he tenido prácticamente nunca. Porque para eso necesitas recursos, que es de lo que no dispones, y una mentalidad que te permita sustraerte de las exigencias sociales, lo que también lleva tiempo construir.

Hay que pelear por muchos asuntos que defiende el feminismo, pero por una cuestión de justicia, no por estrategia. Creer que las mujeres salvarán al progresismo es lo mismo que creer que las clases obreras votarán de forma automática a los partidos de izquierda. Llevamos muchos años viendo que no es así. Y con las mujeres igual. El voto a la Lega o el de Bolsonaro no han sido mayoritariamente masculinos ni de lejos. Lo que ocurre es que a parte de esta izquierda le conviene apoyarse en esta clase de temas porque así no se ve impelida a enfrentarse a las dinámicas capitalistas, lo cual es siempre es más complicado. Plantar cara al poder tiene mucho coste, y hay que tener valor para hacerlo.

Sí, en gran medida. Dado que el pensamiento positivo, el enfoque proactivo y flexible, la adaptación a las exigencias de bienestar, cuidado del cuerpo, atractivo físico y predisposición laboral se convierte en el lugar común de nuestra época, en que el “si quieres, puedes” es tan habitual, el dextropopulismo tiene un campo muy amplio en el que operar. Vete a un bar de un barrio de clase obrera o a uno rural a decirles a los parroquianos que no beban cerveza o cubatas, que tomen quinoa en lugar de comidas con grasaza, que salgan a hacer running y que adopten la actitud adecuada y así triunfarán en la vida. Te sacan de allí a hostias.

Guillermo Fernández Vázquez, entrevista a Esteban Hernández: "Creer que las mujeres van a salvar al progresismo es como pensar que los obreros votan siempre a la izquierda", ctxt 26/12/2018


Pero el problema va más allá, porque este tipo de discursos también generan culpa y vergüenza en otros estratos de la población. No tener el cuerpo adecuado, no saber idiomas, tener titulaciones de poco prestigio (o ninguna), utilizar bienes deteriorados, como el coche o la ropa, o tantas otras cosas, hace que la gente se sienta inferior e interiorice, aunque sea en una pequeña medida, que son menos que los demás y que, en el fondo, si no han triunfado es porque no han estado a la altura. De modo que al final estamos auto-examinándonos con demasiada frecuencia, fijándonos en los aspectos personales mucho más que en los estructurales, que son esenciales. El populismo de derechas rompe ese círculo mediante el orgullo de la nación o la insistencia en un mal externo, como Bruselas, Madrid o los inmigrantes y, al hacerlo, desculpabiliza.


































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