El mètode hipnòtic del berlusconisme.

Para quienes todavía se preguntan si Berlusconi es simplemente un populista vacío, o si hay algo más detrás, el libro Silvio Berlusconi. El ser y la nada en la Italia del Cavaliere (Ediciones Ombre Corte, a la venta el 9 de febrero) ofrece algunas conclusiones interesantes. Lo ha coordinado el filósofo Carlo Chiurco, de 39 años, profesor contratado de Historia de la Filosofía Medieval en la Universidad de Verona, una ciudad símbolo de la Italia de hoy: fue una de las cunas del feminismo y tiene una larga tradición en los estudios de género; ahora su alcalde y su presidente regional son de la Liga del Norte.

El volumen reúne una decena de ensayos de investigadores jóvenes que disecciona los resortes que mueven el berlusconismo. "Bajo su apariencia de política espectáculo, y su puesta en escena simpática y aparentemente caótica, el sistema es justo lo contrario del caos", explica Chiurco. "Él toca culos, pone cuernos, y nos hace sonreír, pero atención: es solo una actuación. Su poder ha sido proyectado y ejecutado con sumo cuidado, y esconde una filosofía, una estructura de pensamiento científica, muy racional y precisa. Es paradójico, porque el berlusconismo vive de paradojas. La sociedad y la realidad que impone son líquidas, pero él no aspira a gobernar esa realidad. Lo que quiere es imponernos su relato, que su relato sea el nuestro. Por eso él odia el debate, porque es una fotografía que fija los objetos y acaba con las interpretaciones, con su forma de decir esta silla es una mesa y esta mesa es una lámpara. Nuestra vida debe ser un espectáculo y el relato de su vida debe ser el relato de la vida de todos".

"Uno de los secretos de la supervivencia de Berlusconi son los medios: sus escándalos se devoran unos a otros", prosigue el filósofo de Verona. "Y eso explica en parte la falta de reacción de la ciudadanía, que asiste con la boca abierta al circo. Visto desde arriba, su método es hipnótico: refleja lo que la sociedad sabe que es pero no quiere asumir que es. Y por eso es una catarsis: lo necesitamos, nos libera de nuestras obligaciones de ciudadanos.

"Pero el contenido político del berlusconismo", añade Chiurco, "es igual a cero. Él no quiere cambiar el mundo como el fascismo o el comunismo. Él solo aspira a consumir la realidad. Es un consumidor insaciable. Consume cuerpos, abogados, oposición, no le basta la mayoría más amplia de la historia republicana, quiere consumir la Constitución y el Quirinal, el Supremo y el Parlamento. Es una carrera sin meta. Por el mero gusto de consumir. Y eso es lo aterrador", concluye: "No se trata de un fenómeno italiano, aunque tenga peculiaridades culturales propias; se trata de la forma en que Italia refleja el nihilismo contemporáneo. Por eso es peligroso: Berlusconi es la vanguardia de un Estado social global".

Humano, demasiado humano, nadie es capaz de anticipar cuándo y cómo acabará este periodo. Algunos síntomas sugieren, sin embargo, que se ha abierto una falla que podría ser definitiva. Las mujeres italianas se han visto humilladas ante el mundo por esta frase de Iva Zanicchi, la ex cantante y supuesta defensora del primer ministro: "Es un benefactor al que le gusta la carne fresca". Muchas italianas han dicho basta y se están rebelando. Cada vez son más quienes creen que la séptima economía del mundo no puede presentarse más ante la comunidad internacional como el paraíso de la misoginia y de lo que Paolo Guzzanti, un ex diputado del PDL, llamó proféticamente la mignotocrazia (la putocracia).

"El poder femenino es central en la sociedad moderna, y el sistema de poder de Berlusconi es inatacable salvo en ese punto", concluye el filósofo Carlo Chiurco. "Su desprecio a la mujer ha ido demasiado lejos. Es su aspecto más siniestro. No es un macho patriarcal; los machistas dan un rol aunque sea secundario a la mujer. Él niega todo rol a la mujer y hace el amor consigo mismo a través de sus cuerpos. La mujer queda suprimida, reducida a un cuerpo yacente, de usar y tirar: un cadáver. "Adelante, la próxima. Adelante, la próxima", narraba una vestal el otro día. El sistema está cayendo por donde él nunca habría pensado que lo haría. Es una revuelta de palacio, de la parte más escondida e inaccesible del palacio: el harén. El peligro no estaba fuera, no eran los jueces ni el Constitucional; estaba en casa, y eran las mujeres".

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