En contra de l'empatia.




La empatía tiene una parte negativa, como explica el también psicólogo Paul Bloom en Contra la empatía. Sobre todo porque este sentimiento evolucionó en un contexto en el que vivíamos en grupos más o menos pequeños y en los que la mayor parte del contacto era personal.

Estas son algunas de las limitaciones de este sentimiento:

- Estamos predispuestos a sentirnos más empáticos con gente a la que percibimos más cercana. Esta cercanía puede ser natural, como la familia, pero también artificial e inventada, como ocurre con los seguidores de un equipo de fútbol. Esto está detrás, por ejemplo, del racismo e incluso de los genocidios y de la esclavitud: se deshumanizaba a negros, judíos o armenios y se les presentaba como una amenaza para nosotros y los nuestros. Es decir, la empatía, como casi todas nuestras emociones, es manipulable.

- Es más difícil sentir empatía hacia cosas que no podemos ver aquí y ahora, como los efectos a largo plazo de nuestras acciones. Bloom pone el ejemplo del medio ambiente: si nos dejamos llevar por la empatía, no haremos nada para prevenir el calentamiento global, porque no querremos perjudicar a las personas tendrán que asumir el incremento del precio de la gasolina o el aumento de los impuestos.

- La empatía también lleva a que nos fijemos en historias que llaman la atención y no seamos tan sensibles a los datos. Como pasa con las vacunas (y lo decía antes del covid): estamos predispuestos a que nos llame la atención el caso rarísimo y aislado de efecto secundario, sin tener en cuenta todas los millones de vidas que salvan estas inyecciones cada año.

Todo esto significa que en ocasiones hay que seguir el camino inverso al que propone Boadella: en lugar de luchar por sentir la empatía, hay que anestesiarla un poco para no tomar decisiones injustas y dejarnos llevar por historias personales, obviando la dura realidad de los números y las estadísticas.

De hecho, hay filósofos como Peter Singer que proponen apartar las emociones de las decisiones éticas y adoptar un criterio utilitarista: es decir, actuar de la forma que sea más beneficiosa para el número mayor de personas. Esta es la base del altruismo efectivo de Singer o incluso del largoplacismo de William MacAskill.

En realidad, los partidarios y los críticos de la empatía están bastante de acuerdo. Este sentimiento ha favorecido la cooperación a lo largo de toda nuestra existencia como especie, pero hay momentos en los que la empatía es ciega y tenemos, como mínimo, que reconocer sus límites y saber cuándo no deberíamos dejarnos llevar por ella o cuándo deberíamos actuar como si la sintiéramos.

Esto es algo que, de nuevo, ya sugería Hume. El filósofo escocés escribía que necesitamos regular la simpatía o la antipatía con algún “principio universal de la especie humana”, para que nuestro corazón no sea “indiferente al bien público”.

Al final, como decía otro filósofo, Thomas Nagel, necesitamos las dos cosas: empatía y cálculo. A ese punto de vista con pretensión de objetividad, Nagel lo llamaba “la visión desde ningún lugar”. Es necesario tomar distancia y ver las cosas desde fuera. Pero si nos alejamos demasiado no podemos tener en cuenta todas nuestras complejidades. Tenemos que reconocer también nuestros valores, nuestras experiencias y nuestras emociones.

Jaime Rubio Hancock, A favor de la empatía. Y en contra, Filosofía inútil 22/02/2023

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