Quan el que sembla ser, no és.








La filosofía se nutre de la perplejidad. La incertidumbre, la duda, el de dónde venimos y a dónde vamos, no es solo cosa de la filosofía, ciertamente, pero sí vector central de sus intereses. Esa perplejidad, que a veces se hace difícil de sobrellevar, constata que el mundo no es siempre lo que parece ser y que a esa constatación no le sigue la promesa de poder descubrir exactamente cómo es ese mundo. La filosofía intenta tematizar esta desubicación, el manido pero cierto sé que no sé, que como tal no tiene por qué propiciar ni brindar ningún saber superador, y menos aun productivo. Sin embargo, a la filosofía no habría ni que defenderla, puesto que su relevancia es tan intrínseca para nuestras experiencias que ahí donde se respire una idea habrá filosofía.

Se dice de la filosofía que no goza del privilegio de lo útil y de lo pragmático. Es un tópico que algunos hemos puesto en duda muchas veces pero que sigue calando, y es extraño que lo haga porque, sin dejar de tener su parte de razón, eclipsa que existen el pragmatismo o el utilitarismo como corrientes de pensamiento, y que sus postulados, filosóficos, son fundamentales para determinar el significado de estos conceptos. El problema de la filosofía no puede provenir de su supuesta inutilidad o falta de practicidad porque su función (si es que se puede hablar así) es, entre otras cosas, preguntar qué se entiende por utilidad o por practicidad.

Miquel Seguró, No podemos vivir sin filosofía. Aunque sea para quejarnos de ella, El País 12/12/2022

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