Descartes i el seu Discurs.
Descartes es considerado como el padre de la filosofía moderna, en gran parte gracias a la publicación de su libro Discurso del método para guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias, en 1637. El título completo en francés era Discours de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les sciences, plus la Dioptrique, les Météores et la Géometrie qui sont des essais de cette méthode. La Dioptrique, que trata de los descubrimientos que hizo Descartes en el campo de la óptica; los Météores, que explica en detalle sus teorías sobre algunos fenómenos naturales como el arco iris, y la Géométrie, en la que explica los importantes progresos que hizo en el ámbito de la geometría y su relación con el álgebra; eran tres apéndices en los que se demostraba el uso del método general de Descartes. Descartes decidió escribir el libro en francés para que fuera accesible al número más amplio posible de personas francófonas, siguiendo de este modo el ejemplo de Galileo, que escribió en italiano por los mismos motivos. Las suyas fueron algunas de las primeras obras de importancia intelectual en ser publicadas en idiomas vernáculos, y no en el latín propio de la Iglesia y las universidades.
Pero el Discurso no fue publicado en Francia. Lo publicó por vez primera el 8 de junio de 1637 el editor Jean Maire en Leyden, Holanda. La primera edición del libro se publicó de forma anónima.
La filosofía de Descartes, que está expuesta en el Discurso (y en sus obras posteriores) proporcionó las bases del racionalismo del siglo XVII, una tendencia filosófica que pone énfasis en la razón y el intelecto más que en la emoción o la imaginación. El racionalismo se contrapone normalmente al empirismo –el punto de vista según el cual la fuente principal del conocimiento es la experiencia. La filosofía de Descartes se basa en la aceptación de ciertas verdades esenciales, no derivadas de la experiencia, y en la búsqueda de un sistema de pensamiento filosófico basado en estas verdades a priori y elaborado con ayuda del método de razonamiento que Descartes denominaba “duda metódica”. Descartes consideraba las nociones de mente, Dios y materia como ideas innatas que no pueden discernirse a partir de nuestra experiencia sensorial en el mundo.
El objetivo de la filosofía de Descartes es utilizar su método para alcanzar la verdad. Descartes no pretende descubrir una multiplicidad de verdades aisladas, sino más bien un sistema de proposiciones verdaderas en las que no se presupone nada que no sea evidente por sí mismo. Así, insiste mucho en que haya fuertes conexiones entre todas las partes del sistema de conocimiento que construye. De este modo el sistema resulta inmune a los peligros del escepticismo.
Descartes consideraba la filosofía como el estudio de la sabiduría. Y para él la sabiduría significaba el conocimiento perfecto de todas las cosas que los seres humanos pueden conocer y entender. Descartes, por lo tanto, también incluía en su filosofía la metafísica, la física y las ciencias naturales. Incluso incluía en ella la anatomía, la medicina y la moral. Descartes hacía hincapié en los aspectos prácticos de la filosofía, y afirma que un estado no puede poseer bien mayor que la verdadera filosofía. Descartes rompió deliberadamente con su pasado, y estaba decidido a iniciar su búsqueda de la verdad al principio de todo conocimiento, no aceptando jamás por principio la autoridad de ninguna filosofía anterior. Según Descartes, todas las ciencias están interconectadas y tienen que ser estudiadas como una sola entidad utilizando un proceso concebido para obtener la verdad. En este sentido, su pensamiento estaba en desacuerdo con la filosofía medieval cristiana, la escolástica o escolasticismo, que incluía los principios aristotélicos y sostenía que las diversas áreas del conocimiento han de distinguirse unas de otras.
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El Discurso fue el primer libro publicado por Descartes (aparte de la tesis que había escrito para obtener su licenciatura en leyes en 1616). Descartes tenía cuarenta y un años cuando se publicó el Discurso, que pronto se convirtió en el libro más importante, más leído y más controvertido de su época. La gente pronto averiguó la identidad del autor de esta obra fundamental. Si bien no había publicado nada hasta alcanzar esta relativamente avanzada edad, Descartes sí había escrito mucho. Había escrito el libro que había decidido no publicar, Le Monde (cuyo título completo era Le Monde ou Traité de la Lumière) y era también el autor de las Reglas (Règles pour la direction de l’esprit en la recherche de la vérité), que generalmente se cree que fue escrita en fecha tan temprana como 1628. Descartes había decidido no publicar tampoco esta obra. Las razones de la tardía publicación del Discurso, y de la no publicación de las Reglas siguen siendo un misterio y han sido ampliamente debatidas por los expertos en la obra de Descartes. René era una persona realmente reservada, un hombre que llevaba una “máscara”, reacio a revelar al mundo sus pensamientos más profundos y sus teorías. Sabemos que fue el juicio contra Galileo en 1633 lo que motivó la no publicación de Le Monde, pero ¿por qué no quiso publicar nada con anterioridad, cinco o seis años antes del juicio contra Galileo? ¿Fue el temor que sentía Descartes por la Inquisición incluso en este temprano momento? ¿O había otras razones que justificaban el comportamiento de Descartes?
Galileo había sido condenado por vez primera por la Iglesia en 1616 por apoyar a Copérnico. Y mediante un edicto hecho público ese mismo año, la Inquisición prohibía la publicación de cualquier libro que respaldase la teoría copernicana en todos los países que estaban bajo la influencia de la Iglesia católica. Descartes había tenido conocimiento de estos hechos y es posible que ya estuviera cautelosamente al tanto de cuál podía ser la reacción de la Iglesia ante su propia obra, caso de que se atreviera a publicarla. Por lo tanto, es muy posible que, antes incluso de que se celebrase el juicio contra Galileo, hubiese decidido no dejar que se publicase su obra. La noticia del juicio contra Galileo, sin embargo, intensificó mucho la sensación de Descartes de que había tomado la decisión correcta.
El Discurso del método y sus apéndices científicos reflejan el doloroso dilema de Descartes. Por un lado, no podía permitirse publicar libremente sus ideas sobre física, ya que todos los conceptos que sustentaban sus teorías estaban en total consonancia con las ideas de Galileo y Copérnico, y Descartes había jurado no contradecir los puntos de vista de la Iglesia. Por otro lado, en 1637 Descartes sentía un fuerte impulso de hacer públicos sus escritos, y estaba sometido a la presión en este sentido de muchos amigos y corresponsales que le solicitaban poder leer sus escritos filosóficos y sus opiniones sobre la naturaleza.
El libro y sus apéndices eran, pues, una especie de compendio de las ideas de Descartes, pero en el que partes esenciales de su física habían sido suprimidas para evitar que en el texto se expresasen las ideas propias del punto de vista heliocéntrico. El universo de Descartes, como puede deducirse de sus obras publicadas, es un universo que no tiene centro y cuyas dimensiones son infinitas. Estos supuestos permitieron a Descartes mantener ocultos sus verdaderos puntos de vista y sus deducciones respecto al universo, y evitar totalmente verse envuelto en la controversia copernicana. Estos puntos de vista, sin embargo, también eran contrarios a la tradición escolástica, según la cual el universo es finito y la infinidad es algo que solamente puede atribuirse a Dios.
De acuerdo con la más reciente investigación sobre la cronología de los escritos de Descartes y sobre el desarrollo de sus ideas, los tres apéndices, la Dioptrique, los Météores y la Géométrie habían sido formulados en el contexto del libro titulado Le Monde, que había decidido no publicar. Así, pues, habían sido escritos unos años antes. Lo que Descartes había hecho durante los años transcurridos desde entonces había sido reformatear cuidadosamente su obra, desechando Le Monde y reescribiendo sus partes científicas de modo que no quedasen en ellas restos de la física prohibida. Luego escribió un prefacio a los tres apéndices que contenían sus escritos científicos expurgados, y los publicó. De hecho, como se pone en evidencia con la lectura de la sexta parte del Discurso, así como de las diversas cartas que Descartes escribió en 1633 y 1634, el propio texto titulado Le Monde era simplemente una extensión de una obra anterior titulada Les Météores, que trataba una gran variedad de temas del campo de las ciencias naturales, y que estaba lista para ser publicada en 1633. Además, otro tratado titulado La Dioptrique estaba listo para ser mandado a la imprenta en fecha tan temprana como 1629, cuando decidió retirarlo y no hacerlo público. Estos escritos tempranos fueron minuciosamente revisados y fueron publicados precedidos del actualmente famoso prefacio que lleva el título de Discurso del método. La complicada historia de la publicación de los escritos de Descartes demuestra a qué extremos estaba dispuesto a llegar con tal de protegerse. El suyo fue seguramente el intento más complejo de expurgar material polémico de una obra que se conoce en toda la historia de la edición de textos filosóficos.
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El Discurso del método, que al principio había sido concebido como un simple prefacio, se convirtió en la pieza principal del libro, porque contenía los principios de la filosofía de Descartes. Y por ello este libro se publica a menudo como un tratado con sustancia propia. El Discurso también es un libro único por su formato y estilo, ya que constituye un relato biográfico del desarrollo de una filosofía –la historia del viaje hacia el descubrimiento de un filósofo.
El Discurso del método de Descartes consta de seis partes. En la primera parte del libro, Descartes introduce sus pensamientos y explica cómo se han formado. Escribe sobre su educación en el Colegio de La Flèche, y describe las ideas a las que ha estado expuesto. “Lo que más me agrada es la matemática, debido a su certeza y a sus razonamientos”, escribe. Descartes explica cómo llegó a pensar que podía utilizar la idea fundamental de la demostración matemática en el ámbito de la filosofía. Esto le llevó al concepto de duda y a la decisión de dudar de todo aquello que no pudiese afirmar con absoluta certeza que era cierto. Aquí, el incipiente pensamiento cartesiano diverge de la filosofía escolástica medieval aceptada, que sostenía que había tres posibles niveles de verdad en todas las proposiciones: falso, probable y verdadero.
Al adoptar los métodos puramente matemáticos de obtener el conocimiento, Descartes elimina lo meramente probable y da por supuesta la falsedad de todo aquello que no puede ser probado con un poder lógico similar al utilizado en la demostración de un teorema de la geometría. Escribe Descartes: “Siempre he tenido un extremo deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para poder ver con claridad en todo lo que hago, y para marchar con confianza por la vida”. Descartes menciona los años de viajes que siguieron a su educación, durante los cuales tuvo la oportunidad de “estudiar en el libro del mundo”, y concluye declarando su decisión de continuar su búsqueda de la verdad por medio del estudio introspectivo, sin apartarse jamás demasiado de lo que se dice en sus libros.
Descartes empieza la segunda parte del Discurso contándonos que, después de asistir a la coronación del nuevo emperador del Sacro Imperio Romano, y de alistarse al ejército en Alemania, pasó el invierno en una “habitación con una estufa” dedicando su tiempo a pensar. Entre sus primeras ideas estaba la noción de que las obras creadas por una sola persona son más atractivas, y en cierto sentido más auténticas y reales, que las que han sido construidas por varias personas. Desde este punto de vista, concluye que su primer deber es renunciar a todo el conocimiento que haya podido obtener como resultado del trabajo de muy diferentes personas, es decir, se propone rechazar toda la filosofía imperante –que obviamente es la obra de muchas mentes a lo largo de muchas generaciones– y empezar la construcción de un sistema de conocimiento que sea obra de una sola persona: a saber, del propio Descartes. Lo único que quiere conservar del conocimiento previo es la lógica, la geometría y el álgebra. Luego enuncia cuatro principios que espera puedan guiarle en esta empresa:
- Aceptar como verdadero solamente aquello de lo que no sea posible dudar.
- Dividir cada problema en tantas partes como sea necesario para poderlo resolver correctamente.
- Ordenar los pensamientos desde lo más simple a lo más complejo.
- Enumerar todos los conceptos de modo que no se omita nada relevante.
Descartes discute luego cómo se resuelven los problemas matemáticos utilizando su sistema, que es una extensión del antiguo método griego de demostrar teoremas a partir de primeros principios y de conceptos lógicos.Y declara su deseo de ser capaz de derivar un conocimiento filosófico por medio de la misma metodología matemática utilizada en el ámbito de la geometría.
La tercera parte del Discurso del método está dedicada a cuestiones morales. Descartes nos dice que ha resuelto seguir las leyes y costumbres propias de la tierra en la que vive. Quiere ser firme y decidido en todas sus acciones, y está dispuesto a dedicar su vida a cultivar su razón y su racionalidad, y a aplicar éstas en todas sus acciones. Descartes nos cuenta que, cuando regresó de sus viajes, se pasó los nueve años siguientes “rodando de un lugar a otro por el mundo”. Describe su traslado a Holanda y su alejamiento de los lugares en los que era conocido.
En la cuarta parte del Discurso, Descartes retoma el tema principal del desarrollo de su filosofía. Empieza con su duda metódica: yo niego o dudo de todo aquello que no puede ser probado de una forma matemática, afirma. Entonces, ¿qué es lo que Descartes puede probar? Todo se considera falso. Pero Descartes, la persona, está dudando de todas estas cosas. Por ello hay una cosa que sí puede deducirse como verdadera: que Descartes existe. De lo contrario, no podría dudar. Así, desde la negación de todo, se deriva una prueba de la existencia de la persona que está efectivamente dudando. Esta es la deducción más brillante de la historia del pensamiento occidental. La prueba es absolutamente hermosa, y procede según los principios de la demostración matemática. Podemos incluso considerarla como una prueba por contradicción –uno de los métodos de prueba favoritos de la matemática: supongamos que no existo. Pero si no existo, no puedo dudar ni dar por supuesto que todo en el universo es falso. Así que tengo que existir. De esta deducción se sigue el famoso “Cogito, ergo sum” de Descartes: Pienso, luego existo.
El pensamiento que tengo es la duda primordial que inicia la cadena de deducciones. Dudo de todo, pero esta duda es un pensamiento; y el pensamiento prueba que existo. No puedo dudar del hecho de que estoy dudando; así que yo, al menos, tengo que existir.
Descartes continúa su proceso lógico de derivación de la verdad. La duda implica incertidumbre. Y la incertidumbre implica imperfección. Los seres humanos y todo lo que los rodea son imperfectos. Pero la idea de lo imperfecto implica la existencia de algo que no es imperfecto. Lo que no es imperfecto es, por definición, perfecto. Y la perfección pertenece a Dios. Así, Descartes deduce la existencia de Dios del hecho de que lo perfecto tiene que existir. Los triángulos y los círculos perfectos son figuras geométricas que no existen en nuestro imperfecto mundo de cada día –pero sí existen como ideas, como modelos a los que los triángulos y los círculos imperfectos del mundo real se aproximan. La perfección ideal implica un ser perfecto, Dios. A continuación, Descartes pasa a analizar el concepto del espacio geométrico. Según Descartes, el espacio es infinito: se extiende indefinidamente en todas direcciones. La idea de Descartes de un espacio que es ilimitado en su extensión le lleva a la idea de lo infinito, y a la conclusión de que lo infinito es Dios. Por consiguiente, la noción de que el espacio es infinito da a Descartes otra confirmación de la existencia de Dios.
En la quinta parte del Discurso, Descartes pasa a considerar problemas de física y de filosofía natural. Afirma que no puede divulgar todas sus creencias sobre el mundo físico, una alusión indirecta a la no publicación de Le Monde. Escribe acerca de la gravedad, acerca de la Luna, y sobre las mareas. Sus escritos demuestran que tiene un conocimiento muy completo del mundo físico. Luego Descartes pasa a la biología y a la anatomía, como otro ejemplo de la aplicación de su método de razonamiento. Describe la función del corazón, pero de un modo incorrecto. Descartes supone que la temperatura del corazón es más elevada que la del resto del cuerpo, y que es esa diferencia de temperatura la que hace fluir la sangre hacia dentro y hacia fuera del corazón. La discusión de la función que desempeñan otras partes del cuerpo, igualmente errónea (no entiende cuál es la función de los pulmones, pues piensa que su propósito es el de enfriar la sangre), le lleva a examinar la diferencia entre los animales y las personas. Descartes cree que el lenguaje implica la existencia de razón e inteligencia, y que por consiguiente los animales no poseen ninguna de estas dos cosas. Los animales son autómatas, concluye, y carecen de inteligencia y de alma. Cuerpo y alma son dos cosas distintas y separadas, según Descartes, y también aquí su filosofía está en contradicción con la escolástica, según la cual el alma es una parte del cuerpo.
En la sexta y última parte del Discurso del método, Descartes expone las razones por las cuales ha escrito el libro. Su propósito principal era contribuir al bien general: se ha convertido en un autor para mejorar la condición de la existencia humana. De nuevo vuelve a los peligros inherentes en el hecho de escribir y repite su afirmación de que no puede decirlo todo acerca de sus pensamientos y de sus deducciones relativas al mundo físico. No está dispuesto a aceptar ningún tipo de patrocinio o de pensión estatal por su obra, nos dice. Quiere aplicar su método a la búsqueda de una comprensión profunda de la naturaleza con la finalidad de encontrar la forma de prolongar la vida. Este objetivo estaba en conformidad con el espíritu de su tiempo, el siglo XVII, cuando la gente confiaba vivir tantos años como los patriarcas. Finalmente, Descartes explica por qué ha escrito su obra en francés y no en latín.
Pero Descartes se da cuenta de que su filosofía es polémica. Es muy consciente del hecho de que contradice el pensamiento imperante en su época. Muy perspicazmente, Descartes predice que encontrará una acérrima oposición a sus puntos de vista –pero, como soldado que ha sido, manifiesta estar dispuesto a defender su filosofía. Y efectivamente, se vería forzado a hacerlo.
La publicación del Discurso del método hizo a Descartes inmensamente famoso. El libro pronto suscitó comentarios positivos y negativos de los estudiosos, y Descartes pasaría mucho tiempo en los años siguientes a la publicación del libro, contestando las cartas sobre su obra que recibió de muchos de estos estudiosos. Su tratado se convirtió en un éxito de ventas en toda Europa, pero la polémica resultante de la discusión sobre su obra hizo que Descartes se recluyese cada vez más y que prácticamente solo se relacionase con el mundo exterior de una manera epistolar.
Amir D. Aczel, La filosofía de Descartes y el Discurso del método, El viejo topo 31/03/2019
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