La lògica i la vaguetat dels límits.



Una de las falacias más antiguas, pero también más presente hoy en día, es la falacia de los Sorities, término que en griego antiguo denominaba el concepto montón o pila.

Como indica su nombre se trata de una trampa dialéctica que recibimos del mundo clásico, y que se atribuye, junto a otras, a Eubulides de Mileto, un pensador griego del siglo IV a.C.

No se conoce mucho de su vida aunque suponemos que fue maestro del orador Demóstenes -a quien ayudó a corregir sus defectos de pronunciación. Tampoco nos ha llegado su obra pero sabemos que fue biógrafo del mítico Diógenes de Sínope -a quien seguramente dedicaremos alguna entrada- y un enemigo declarado del gran Aristóteles, que en absoluto apreciaba esta clase de argumentos erísticos, esto es, argumentos puramente retóricos y desconectados de toda verdad.

¿En qué consiste este sofisma? La falacia explota maliciosamente la vaguedad de ciertos conceptos con el objetivo de identificar cosas o hechos bien diferentes.

Veámoslo con el ejemplo clásico. Imaginemos una pila de arena, una pila normal y corriente. Pues bien, a primera vista todos aceptaríamos que si se trata efectivamente de una pila de arena, quitarle un mero granito de arena no afectará en absoluto. Es decir, que seguirá siendo una pila de arena. Y viceversa, si algo no es una pila de arena, no conseguirá serlo tras añadirle un insignificante granito de arena más. O como se dice popularmente: un euro más o un euro menos no hará a nadie rico, ni pobre.

La falacia se basa en la indefinición o vaguedad de los algunos conceptos. Como no es posible trazar una línea precisa entre lo que es una pila y lo que no, nos vemos obligados a concluir que 1 grano y una pila son la misma cosa.

Pero...dicho esto, ¿qué aplicación tiene esta falacia a día de hoy? Mucha, como tantas otras ideas del mundo clásico. Por citar sólo un ejemplo: este mismo recurso tramposo es muy habitual en bioética, donde se argumenta que como no es posible trazar una línea precisa entre lo que es un mero embrión y un ser humano, se concluye que el estatuto moral de ambos debe ser idéntico. No obstante, y como acabamos de ver, que cosas distintas estén unidas por un proceso de cambios continuo no implica que sean la misma cosa, o que deban recibir el mismo trato. Como decía J.J Thomson también es imposible determinar el punto exacto en que la semilla deja de ser semilla para ser árbol, pero eso no convierte al árbol en una mera semilla ni viceversa.

Gonzalo Fernandez, La falacia de los sorites, Libertalia 29/01/2018

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