Autodomesticats.




La teoría que favorece Bruce Hood es que el cerebro humano se ha hecho más pequeño porque hemos sido domesticados, autodomesticados. Empezamos a domesticarnos a nosotros mismos al empezar a vivir en grandes grupos humanos cooperadores. Hemos estado autorregulando ciertas características que eran más aceptables para el grupo porque los individuos que las tenían conseguían sobrevivir mejor y dejar más hijos. En este sentido nos hemos estado autodomesticando por medio de la invención de la cultura y de prácticas que aseguran que podamos vivir juntos. Se trataría de un proceso de selección social, un tipo de selección de la que no nos acordamos.

Algo tiene el proceso de domesticación que da lugar a profundos cambios físicos. Cuando se domestican animales salvajes sus cuerpos y sus cerebros también cambian. En concreto, los cerebros de unos 30 animales que han sido domesticados por el hombre se han reducido en un 10-15% en comparación con el de sus progenitores salvajes. Esta es más o menos la misma reducción que se observa en las últimas 1000 generaciones de humanos. Una prueba de este efecto es el experimento de Dimitri Belyaev de domesticar el zorro plateado en Siberia. Belyaev seleccionó los zorros para docilidad  y aparecieron cambios en la cola, manchas blancas por el cuerpo, etc. Pero los zorros también tenían unos cerebros más pequeños. Seleccionar para docilidad, en lugar de para agresividad, significa seleccionar unos cambios fisiológicos en los sistemas que gobiernan las hormonas del cuerpo y los neurotransmisores y mediadores.

Un posible mecanismo para explicar los cerebros más pequeños sería que los individuos que son más pasivos tendrían niveles más bajos de testosterona. La testosterona se asocia con agresividad y dominancia pero también tiene propiedades anabolizantes haciendo los órganos y músculos más grandes. También aumenta el tamaño cerebral. En sujetos que se hormona para cambiar de sexo se ha observado que su cerebro aumenta o disminuye también de tamaño, según las hormonas que estén tomando (andrógenos o estrógenos).

Pero no sólo cambia el tamaño del cerebro, cambia también la forma de pensar, la forma en la que funciona el cerebro- Por ejemplo, los perros leen mejor la mirada humana y las claves sociales que los lobos. Pero hay un cambio muy interesante: los animales domesticados se hacen más dependientes. Los lobos perseveran e insisten mucho más en resolver una tarea difícil mientras que el perro abandona mucho antes y va a buscar la ayuda de su dueño. La domesticación hace a los animales más hábiles socialmente, pero también más dependientes de los demás. A lo largo de los años, algunos zorros de Belyaev se escaparon de las granjas de Siberia, pero regresaban al de unos días incapaces de vivir por sí mismos.

Pablo Malo, El cerebro domesticado, Evolución y Neurociencias, 20/07/2014

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