La desigualtat invisible




En abril del año 2013, Philippe Van Parijs un reputado y muy influyente filósofo belga, englobado en la corriente del “marxismo analítico” y conocido por su defensa de la renta básica universal, fue invitado a impartir una conferencia en un foro anual de promoción del avance laboral de las mujeres. La petición se hacía con el expreso deseo de que, como filósofo, sus palabras sirvieran para suscitar debate y no así para reiterar conocidos lugares comunes. Bien que lo suscitó el bueno de Van Parijs: ante una audiencia de mujeres profesionales cuya perplejidad aumentaba por momentos, Van Parijs llamó la atención sobre algunas dimensiones en las que la desigualdad se da pero… a favor de las mujeres.


¿Debían las diferencias en esperanza de vida, tasas en fracaso escolar, poder en el sufragio activo –dada la mayor longevidad son más las votantes– o malos efectos de la dotación hormonal –las perniciosas consecuencias de la testosterona– ser consideradas como injusticias a ser reparadas o aminoradas? Parecen preguntas genuinas, interesantes y necesariamente abordables (de hecho así lo han sido por destacados cultivadores de la filosofía política, también acreditadas mujeres). 

Pero las reacciones in situ, según cuenta el propio Van Parijs en su recolección de los hechos, cubrieron un espectro que va desde la afirmación de que aquello había sido el peor catálogo de paparruchas (bullshit) que había escuchado en su vida hasta la consideración de que su discurso había sido un insulto tanto a la filosofía como a la mujeres.

Pablo de Lora, Libertad académica: mi experiencia (trans)formativa, Letras Libres 30/12/2019

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