L'estoicisme actual, al servei de l'autoajuda del nostre segle.
Si uno se permite el lujo de escarbar bajo la pátina dorada con la que el tiempo y los entusiastas del desarrollo personal han revestido a Marco Aurelio, pronto descubre que su fulgor no es el de un sol naciente, sino el reflejo tardío de una llama ajena. No fue él el artífice de la fortaleza estoica, sino apenas un eco, un discípulo aplicado de Epicteto, el esclavo lisiado que, en un giro perverso del destino, terminó sus días instruyendo a los poderosos en el arte de sobrellevar su propia insignificancia sin alzar demasiado la voz. Su enseñanza no prometía redención ni transformación, solo una aceptación férrea del implacable devenir: «No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres». Acepta, sométete, respira hondo y sigue caminando.
Este mensaje ha sido reciclado, convenientemente, en el siglo XXI para que el asalariado medio lo asuma con una sonrisa mientras aguanta sueldos de miseria y una inflación que parece diseñada por Escher. ¿Qué más da que la sociedad sea injusta si puedes practicar el estoicismo y sentirte espiritualmente libre mientras te explotan? Un hallazgo maravilloso para los departamentos de recursos humanos del mundo, que han encontrado en Marco Aurelio el coach ideal: no pide aumentos, no exige derechos, y, lo mejor de todo, enseña a sus seguidores a convencerse de que la culpa de su sufrimiento es solo suya por no aceptar la realidad con la suficiente serenidad.
El estoicismo original era radical en su aceptación del destino, en su creencia de que la verdadera libertad consistía en no resistirse a lo inevitable. ¿Tienes hambre? Acéptalo. ¿Te han degradado en el trabajo? Acéptalo. ¿Te han partido una pierna? Acéptalo también. Y así, en un hermoso círculo de aceptación que, por algún motivo, a los poderosos les pareció fascinante. No es casualidad que Marco Aurelio, el emperador más poderoso del mundo conocido, decidiera que esta filosofía era la ideal para gobernar su propia ansiedad imperial. El estoicismo era perfecto para justificar el orden establecido: no luches, no cuestiones, solo acepta. La vida es dura, el poder es arbitrario, los dioses son indiferentes y tú no puedes hacer nada al respecto. ¡Qué consuelo!
Ahora bien, ¿cómo es posible que este mensaje, diseñado para resignar a los esclavos y emperadores por igual, haya sido transformado en una herramienta de autoayuda? Fácil. Se ha pasado por la trituradora de la positividad tóxica. Los modernos entusiastas de Marco Aurelio han eliminado la parte en la que la resignación era el punto final de la reflexión. En su lugar, han insertado una especie de estoicismo de gimnasio, donde la disciplina personal se convierte en una herramienta para alcanzar el éxito. Lo que Epicteto veía como un camino de aceptación de la impotencia ante el destino, ahora se vende como un método para ser más eficiente en el trabajo y menos quejica ante la explotación. Los estoicos originales habrían vomitado ante tal tergiversación.
Pero no se preocupen, que la cosa empeora. Porque el estoicismo de Marco Aurelio, en esta versión de supermercado, ya no es una filosofía, sino una actitud de vida optimista con citas sacadas de contexto y mezcladas con eslóganes motivacionales promovidas por el esnobismo de los que por ignorancia voluntaria han perdido la capacidad de raciocinio y se someten a los dictados dominantes. «Controla lo que puedas y acepta el resto» se ha convertido en una frase perfecta para ilustrar camisetas en congresos de emprendedores, justo al lado de «El éxito es cuestión de mentalidad» y «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo». Es decir, una reducción grotesca de un pensamiento que, en el mejor de los casos, era una forma elegante de rendirse ante la inevitabilidad del sufrimiento.
Lo más divertido es que, cuando uno lee realmente el primer diario espiritual de Europa, lo que encuentra es a un hombre que está tratando de convencerse de que todo tiene sentido mientras lidia con la peste, las guerras y la certeza de que su hijo Cómodo es un inútil absoluto que arruinará el Imperio en cuanto él muera. No es un libro de autoayuda, es un ejercicio de autoflagelación mental. Marco Aurelio se repetía que debía ser fuerte, que no debía dejarse llevar por las pasiones, que debía recordar que todo es efímero. Y lo hacía porque, en el fondo, estaba aterrorizado por la vida que le había tocado vivir. ¿Suena a alguien que haya alcanzado la paz interior? No lo parece mucho.
Así que la próxima vez que alguien les asegure que Marco Aurelio puede mejorar su vida, pregúntenle si estaría dispuesto a aceptar una rebaja salarial en nombre del estoicismo. Si, después de eso, sigue entusiasmado con la filosofía del emperador, quizás estemos ante un auténtico discípulo del viejo Marco. O, más probablemente, ante un directivo de recursos humanos con talento para disfrazar el control ideológico de desarrollo personal. Y no olviden, queridos y pacientes lectores, que la perspectiva desde la que Marco Aurelio escribió sus Meditaciones pertenece a un emperador del siglo II, no a un asalariado de la era industrial.
Hipólito Ledesma, Las Meditaciones de Marco Aurelio, la nueva biblia del conformismo moderno para emprendedores de LinkedIn y asalariados resignados, jotdown.es 02/03/2025
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