Els tres biaixos naturals de la nostra herència comuna.




La forma en que las civilizaciones pasadas han domesticado y aprovechado nuestros sesgos psicológicos naturales puede compararse con la forma en que los horticultores podrían haber dado forma a un paisaje imaginario.

Cuando todos vivíamos en bandas de cazadores-recolectores, los sistemas culturales eran como plantas silvestres, en el sentido de que muchas de nuestras ideas sobre el mundo que nos rodea eran intuitivas y no requerían instituciones muy elaboradas para ayudar a que se repitieran y transmitieran. Esas ideas intuitivas siempre serán propensas a extenderse por todas partes, como si las llevara el viento; son un poco como malas hierbas, muy difíciles de controlar. Los ejemplos incluyen creencias en cosas como la magia, los fantasmas, los seres creadores y similares. Las encuentras en todas las culturas humanas y nunca desaparecerán.

Pero también hay muchos tipos de plantas que se han plantado deliberadamente y criado selectivamente. Corresponden a importantes innovaciones culturales, como las instituciones legales, gobiernos, burocracias, monasterios, bibliotecas y universidades. Muchas de las ideas asociadas con estas instituciones entran en conflicto con nuestras ideas intuitivas, por lo que tenemos que seguir desmalezando el jardín para mantenerlas a raya. «Sostengo que diferentes tipos de instituciones podrían imaginarse como diferentes tipos de plantas en ‘el jardín’, algunas de las cuales ya han sido taladas hace mucho tiempo. Uno de los muchos ejemplos de los que hablo es el sacrificio humano, que una vez estuvo muy extendido pero ahora es casi inexistente», concluye Harvey Whitehouse en su libro Herencia.

Detengámonos un momento en los tres sesgos naturales de nuestra herencia común. El primero sería el conformismo. Nos copiamos los unos a los otros sin ninguna utilidad, sólo por sentirnos parte de un grupo. Whitehouse describe en su libro varios experimentos que él y sus colegas han llevado a cabo con niños muy pequeños, mostrando que desde temprana edad, estamos muy motivados para copiar a otras personas, particularmente a aquellas que queremos que nos quieran y se preocupen por nosotros. Imitamos para pertenecer. Y cuando tenemos miedo de ser excluidos, tratamos de reinsertarnos en el grupo conformándonos a las convenciones aún más escrupulosamente. Esta propensión humana ha sido aprovechada por las religiones organizadas de manera poderosa: realizamos los mismos rituales y repitamos los mismos credos una y otra vez. Esto permitió a las civilizaciones pasadas crear creencias y prácticas muy estables que podían extenderse a vastas poblaciones. Rutinizar los rituales del grupo hace que sea muy fácil detectar cuándo la gente se sale de la línea y se vuelve mucho más fácil de controlar. De esta manera, puedes lograr que las personas, tanto literal como metafóricamente, canten desde la misma partitura. A veces hay rebeldes que se niegan a seguir el guion. Son etiquetadas como herejes o traidores y tienen un final amargo. Otros pueden ser anunciados como grandes visionarios, mesías o reformadores. Pero de nuevo, su éxito depende del conformismo de sus seguidores.

El segundo sesgo es la religiosidad. Todos tenemos una tendencia biológica innata a creer en cosas irracionales y contraintuitivas e incluso pensamos que son más poderosas que las cosas racionales e intuitivas. ¿Es posible que fueran entonces las religiones organizadas, al acotar la irracionalidad de la religión salvaje, las que dieran lugar a la Ilustración?

«Dondequiera que vayas en el mundo, la gente comparte un conjunto central de ideas muy similares sobre seres sobrenaturales: espíritus que pueden atravesar objetos sólidos, o flotar o aparecer de la nada. Hay muchas pruebas de que las razones por las que estas mismas ideas surgen una y otra vez es porque son levemente contraintuitivas. Violentan nuestras expectativas en desarrollo natural acerca del comportamiento de los objetos físicos, que deben obedecer principios intuitivos básicos de solidez, gravedad y coherencia. Y esto las hace muy llamativas y memorables. No es sorprendente que tales ideas se propaguen fácilmente en las poblaciones humanas. Sin embargo, las religiones organizadas requieren que aprendamos ideas mucho más contraintuitivas. Piense en la Santísima Trinidad del cristianismo o las Nobles Verdades del budismo. Tales conceptos son realmente difíciles de entender y típicamente requieren sacerdocios profesionalizados y escuelas teológicas para mantenerlos. Este tipo de trabajo tiende a llevarse a cabo en monasterios y universidades, que es donde se originaron muchas de las ideas y herramientas que contribuyeron a la Ilustración. Es difícil imaginar que las ideas de DescartesNewtonVoltaire Kant surgieran en ausencia de ese tipo de instituciones».

Si nuestras creencias están fuertemente moldeadas por una religión organizada, eso nos vacuna hasta cierto punto contra creencias descabelladas que no están respaldadas por nuestra comunidad religiosa y sus líderes. Y si carecemos de una comunidad de ese tipo, podemos ser más propensos a caer presos de las teorías de conspiración. Pero me gustaría pensar que hay otras formas de protegernos de las ideas tontas. La educación secular es al menos tan buena como la religión organizada para proporcionar un escudo protector. Hoy la influencia más perniciosa en nuestras creencias ha sido el auge de las redes sociales y la forma en que el consumo de información ahora está impulsado tan vorazmente por intereses comerciales y sus programas de modificación de comportamiento. Es fácil ver cómo esto puede hacernos a todos más vulnerables a ser bombardeados con desinformación e imágenes engañosas que aprovechan nuestra psicología intuitiva pero sin las herramientas para evaluarlas críticamente.

El tercer y último sesgo natural descrito por Whitehouse es el tribalismo. Los humanos somos capaces de sacrificarnos no sólo por nuestros familiares sino también por quienes no lo son, lo que parece una acto antidarwinista que horrorizaría al biólogo evolutivo Richard Dawkins, célebre por su libro El gen egoísta (1976). Nos sacrificamos por «nuestra tribu».

La tribu puede verse como una extensión de la familia. Muchas sociedades tradicionales se organizan en clanes y linajes con ancestros comunes. Se fomenta así la lealtad grupal, reforzada por la fusión de identidad, un fenómeno psicológico donde las identidades personal y grupal se superponen. Cuando alguien ataca al grupo, los miembros fusionados lo perciben como un ataque personal. La familia es el grupo más común con el que las personas se fusionan, en parte porque comparten rasgos biológicos, como genes, que históricamente se han asociado con conceptos como sangre o espíritu. La creencia refuerza la lealtad. La fusión también puede activarse mediante experiencias impactantes, como batallas o rituales de iniciación, lo que sugiere que la cooperación humana no depende únicamente del parentesco, sino también de vivencias compartidas. Esto explica por qué la fusión puede extenderse a grupos grandes sin estrechos lazos biológicos.

«La capacidad humana para cooperar a escala es, posiblemente, la principal razón por la que hemos terminado en una posición tan dominante sobre otras especies en nuestro planeta», dice Harvey Whitehouse. «Y si bien esto ha llevado a guerras cada vez más destructivas y a la explotación voraz de los recursos, esta misma capacidad podría ser la clave para finalmente cooperar pacíficamente a escala global. Dudo que eso suceda, sin embargo, a menos que primero comprendamos nuestra psicología y su asombroso potencial. De hecho, esa es una de las principales razones por las que escribí Herencia».

Daniel Arjona y Patricia Bolinches, Los tres sesgos que explican por qué sobrevivió nuestra especie y por qué podría desaparecer, elmundo.es 27/02/2025

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

Contra el disseny intel.ligent