La normalización de l'estat d'excepció (Giorgio Agamben)
Agamben, basándose en el trabajo de Schmitt, argumenta que el estado de excepción, tradicionalmente concebido como una suspensión temporal de la ley en tiempos de crisis, se ha normalizado cada vez más, difuminando las líneas entre legalidad e ilegalidad, normalidad y emergencia.
Para entender la perspectiva de Agamben, primero debemos considerar los fundamentos establecidos por Carl Schmitt. En su obra seminal, Teología Política, Schmitt argumenta que "el soberano es quien decide sobre la excepción". Esta afirmación aparentemente simple revela una concepción radical de la soberanía, no como adherencia a la ley, sino como el poder de suspenderla. La excepción, para Schmitt, no es meramente una anomalía, sino un elemento crucial que define la esencia misma de la autoridad política. Es en el momento de crisis, cuando el orden normal está amenazado, que el soberano demuestra su poder al tomar una decisión que trasciende las normas legales. Esta visión "decisional" de la soberanía enfatiza la naturaleza arbitraria y, en última instancia, violenta del poder político.
Agamben argumenta en su obra Homo Sacer: Poder Soberano y Vida desnuda que el estado de excepción opera a través de una lógica biopolítica, apuntando a la "vida desnuda", es decir, la vida humana despojada de todas las protecciones políticas y legales. Esta es la vida que puede ser asesinada con impunidad, existiendo fuera del ámbito de la ley. Agamben conecta famosamente el estado de excepción con la figura del "homo sacer" en el derecho romano, un proscrito que podía ser asesinado pero no sacrificado, existiendo en un espacio liminal entre la ley y la naturaleza.
La metáfora central del argumento de Agamben es el "campo". El campo, ya sea un campo de concentración, un campo de refugiados o incluso un centro de detención, es un espacio donde se materializa y se hace visible el estado de excepción. Es una zona de indistinción donde se suspende el orden legal normal y donde la vida desnuda está expuesta al poder descontrolado del soberano. En el campo, los individuos se reducen a su existencia biológica, privados de sus derechos políticos y sometidos a la violencia arbitraria. Agamben argumenta que el campo no es una anomalía, sino un "paradigma oculto de lo político", una manifestación de la violencia inherente en el corazón del poder soberano.
La afirmación más alarmante de Agamben es que el estado de excepción ya no es una medida temporal reservada para circunstancias extraordinarias, sino que se ha convertido en una característica permanente de la gobernanza contemporánea. Él señala el uso creciente de poderes de emergencia, legislación antiterrorista y medidas de seguridad como evidencia de esta normalización. Los eventos del 11 de septiembre, en particular, proporcionaron un pretexto para que los gobiernos de todo el mundo expandieran sus capacidades de vigilancia, restringieran las libertades civiles y se involucraran en intervenciones militares sin la debida supervisión legal.
"El estado de excepción no es una dictadura, sino un espacio de indistinción entre democracia y absolutismo." - Giorgio Agamben
Esta normalización de la excepción tiene varias consecuencias perturbadoras. Primero, erosiona el estado de derecho y socava la responsabilidad democrática. Cuando los gobiernos operan rutinariamente fuera del marco legal normal, se ven menos restringidos por las normas legales y son más propensos al abuso de poder. En segundo lugar, normaliza el control biopolítico de las poblaciones. Al clasificar a ciertos grupos como "enemigos del estado" o "amenazas a la seguridad nacional", los gobiernos pueden justificar su vigilancia, detención e incluso eliminación. En tercer lugar, crea un clima de miedo e inseguridad, en el que los individuos están dispuestos a sacrificar su libertad y derechos a cambio de una seguridad percibida.
La creciente precariedad del trabajo, la vigilancia constante de la vida digital y la militarización de la vida cotidiana contribuyen a una sensación de que estamos viviendo en un estado de emergencia permanente. La pandemia de COVID-19 exacerbó aún más esta tendencia, con gobiernos de todo el mundo imponiendo confinamientos, toques de queda y otras restricciones a la libertad personal en nombre de la salud pública. Si bien estas medidas pueden haber sido necesarias para contener el virus, también demostraron la facilidad con la que los gobiernos pueden suspender los procedimientos legales normales y ejercer poderes extraordinarios.
Debemos estar vigilantes en la defensa de nuestras libertades civiles, responsabilizando a nuestros gobiernos y resistiendo la tentación de sacrificar nuestra libertad a cambio de una seguridad percibida. También debemos desafiar la lógica biopolítica que subyace al estado de excepción, reconociendo la dignidad y el valor inherentes de todos los seres humanos, independientemente de su estatus social o afiliación política.
El trabajo de Agamben sobre el estado de excepción es un diagnóstico poderoso y perturbador de la condición política contemporánea. Si bien la afirmación de que el estado de excepción se ha convertido en la nueva normalidad es provocativa, la evidencia sugiere que es una tendencia que no podemos permitirnos ignorar. La erosión de las normas legales, la normalización del control biopolítico y el clima de miedo e inseguridad representan una amenaza seria para nuestra libertad y democracia. Para combatir esta tendencia, debemos cultivar una conciencia crítica de los mecanismos de poder, defender nuestras libertades civiles y esforzarnos por una nueva forma de política basada en una humanidad compartida y un compromiso con la justicia.
Philosopheasy, Is the "State of Exception" the New Normal?, philosophers 26/02/2025
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