El poder de veritat, el geopolític.
El choque tectónico del 2 de abril ha generado inevitables réplicas. Y no sólo en los mercados, sino en el análisis de lo que puede implicar. Algunas, oteando hasta qué punto es realmente serio, o el inicio de una penosa negociación; otras, descalificando por irracional una política que se estima autodestructiva; un grupo menor evaluando el objetivo que presidiría este cambio. Me inclino a considerar que estamos en presencia de una dura negociación que refleja objetivos más profundos y menos evidentes.
La obsesión trumpista por la reindustrialización y la reversión de la globalización expresa dos caras de la misma realidad: las deslocalizaciones hacia Asia y otros ámbitos fueron bandera globalizadora. Por ello, que China emerja victoriosa del proceso y EE.UU. aparezca como perdedor son también facetas del mismo poliedro: en los últimos 25 años, China ha pasado de generar menos del 3% del PIB mundial a casi el 20%, a la par con EE.UU. No extraña el aumento de los aranceles a China y a los países del sudeste asiático donde empresas chinas se habían desplazado: se trata de frenar el indiscutible avance de la estrategia China+1.
Dado que EE.UU. se ha beneficiado, y mucho, de la integración económica global, en particular en la tecnología y las finanzas, ¿cuál es el problema? No es económico estrictamente, sino geopolítico: el que aparece cuando el poder hegemónico pretende frenar al emergente que intenta sustituirlo. Una historia que no es nueva: Tucídides afirmó hace cerca de 2.500 años en su Guerra del Peloponeso que “(…) los atenienses, al acrecentar su poderío y provocar miedo a los lacedemonios, les obligaron a entrar en guerra”.
Es la llamada trampa de Tucídides, una tesis desarrollada por el profesor de Harvard, Graham Allison, para entender el conflicto chino-norteamericano y popularizada en su Destined for War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? (2017). Desde este punto de vista, destaca la continuidad de la política de EE.UU. hacia China, desde el Obama de 2012 ( Pivot to Asia ), al primer Trump, Biden y hoy. Con esta visión, la posición de Trump sobre Rusia toma más sentido: introducir una cuña en las relaciones chino-rusas que las sanciones occidentales han reforzado. Y aunque el conflicto chino-norteamericano se ha diluido en el choque arancelario global, ello no significa, en absoluto, que no continúe siendo sustancial para explicar las razones últimas de la política de Trump.
Cuando se trata de poder de verdad, y el geopolítico lo es en grado máximo, los intereses económicos pasan a un segundo plano. Y aunque la dureza pueda transitoriamente relajarse, no se confundan: el conflicto de fondo, la sustitución siquiera sea parcial de EE.UU. por China, no va a desaparecer. Ese es el futuro de las próximas décadas. El de la economía mundial y el nuestro.
Josep Oliver Alonso, Es geopolítica, no economía, La Vanguardia 11/04/2025
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