L'ésser humà és un "animal de realitats" (Xavier Zubiri).
«La intelección», escribe Zubiri, «no es un desvío a través de representaciones, sino la aprehensión inmediata de lo real.» La inteligencia no es abstracta y distante; es inmediata. Es la forma en que el organismo vivo se ve afectado por el mundo—y responde a él.
Para Zubiri, sentir no es simplemente recibir estímulos. Es ser impresionado por la realidad de tal manera que se vuelve inteligible. Lo que llamamos pensar no es algo añadido a la sensación; es un momento del mismo acto. «Aprehender lo real como real» no es tarea de una facultad abstracta llamada ‘razón’, sino de un cuerpo sensible en contacto con el mundo. Eso es lo que les falta a las máquinas—no complejidad, no datos, sino presencia.
Aquí es donde Zubiri introduce su noción de hiperalformalización. En el ser humano, las estructuras biológicas evolucionan no hacia un mayor control o una respuesta más rápida, sino hacia una apertura formal a la realidad misma. El mundo no se recibe como un simple flujo de estímulos, sino como un campo de cosas que se presentan de suyo—por derecho propio. Un perro puede sentir calor y acercarse a él. Nosotros, en cambio, aprehendemos el calor como calentamiento. No solo vemos rojo—vemos rojo como rojo. Este es el carácter formal de la realidad mostrándose a nosotros. Esta falta de especificidad en la respuesta es la base de nuestra libertad.
Porque dentro de esta estructura, las respuestas no están predeterminadas—son radicalmente abiertas. A diferencia de los animales, cuyas reacciones están biológicamente fijadas, nosotros podemos responder al mismo estímulo de múltiples maneras, incluso contradictorias. El bucle estímulo-respuesta se convierte en una espiral de posibilidades. Esta indeterminación no es un defecto—es la condición de nuestra libertad. Y de esta apertura, surge la razón—no como una facultad estática, sino como una necesidad: la necesidad de dar razón a la realidad a la que estamos expuestos. No algo impuesto a la experiencia, sino algo extraído de ella.
Es en este contexto que Zubiri describe al ser humano como un "animal de realidades". La formulación es precisa: «El hombre es un animal de realidades. Al igual que el animal, está inmerso en un mundo zoológico; pero supera al animal porque no aprehende las cosas meramente como estímulos, sino como realidades.» No simplemente navegamos por el mundo; estamos expuestos a él como real. Y esa exposición exige una respuesta que es más que una reacción: es interpretación, creación, riesgo.
La inteligencia artificial, por poderosa que sea, no opera ni puede operar de esta manera. Sus entradas son formales; sus salidas son determinadas. No aprehende el mundo, procesa representaciones. No tiene contacto con el ser. No tiene mundo, tiene conjuntos de datos.
El verdadero peligro no es que la IA pueda reemplazarnos, sino que podamos comenzar a definirnos a nosotros mismos a su imagen. Que podamos aceptar la lógica de la inteligencia como verdad y abandonar la complejidad de nuestra condición sintiente. Que podamos enseñar a los estudiantes a calcular en lugar de pensar, diseñar herramientas que reemplacen el juicio humano en lugar de enriquecerlo, y organizar la sociedad como si estuviéramos optimizando un servidor.
«La realidad no es algo que los seres humanos construyen», nos recuerda Zubiri, «sino algo que se impone a ellos». La inteligencia, en esta visión, no es una función—es una forma de exposición, una manera de ser impactado por lo que es. Conocer no es modelar el mundo, sino rendir la realidad: lo real se presenta como real, atrayendo a la inteligencia sensible a comprender lo que el real realmente es, y esa dinámica logos sensible razona lo que el real es en realidad.
La IA puede deslumbrarnos con sus hazañas. Pero no aprehende lo real. No siente. No encuentra. Simula el pensamiento sin tocar la realidad. Y esa brecha no es técnica—es metafísica.
Fran Santiago, A Reminder of our Sentient Intelligence, Metaphysical Spain 04/04/2025
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