L´exaptació.
La palabra es “exaptación” y se emplea en biología para referirse a una
estructura orgánica que hallándose dirigida originariamente a cumplir una
función, el paso del tiempo la modula para desarrollar otra. El ejemplo que se
cita es el del oído de los antiguos vertebrados: de estar destinados a registrar
los sonidos fueron evolucionando hasta convertirse en branquias.
El punto final parece no tener nada que ver con el principio, pero una línea
sutil une sus funciones y sus almas. Del oído que actúa, digamos, como un
sumidero del ruido y le otorga sentido volcándolo en el interior de la cabeza,
se pasa a la branquia que es como el aspirador de un exterior filtrado dentro de
la cabeza como material decisivo.
A otro nivel, los fármacos han sido especialmente ejemplares en cuanto a la
“exaptación”. Dilatores vasculares contra la hipertensión como el Minoxidil o la
Viagra se emplean ahora no para bajar las medidas sino para incrementarlas en el
terreno de la alopecia y la sexualidad.
Parecería imposible que algo deprimente fuera capaz de mutar en un quehacer
exultante pero la “exaptación” proporciona esta paradoja que o bien regala un
producto añadido o bien crea un artefacto tan impensado como benéfico.
Toda la teoría económica y moral del reciclaje se relaciona con este
fenómeno, insignia central de nuestro tiempo. Los miles de millones de basuras
que se producen en el mundo y se dirigían antes hacia la nada dan la vuelta y
regresan transformadas en elementos más o menos familiares o abstrusos, que
alteran la fisonomía y el saber del mundo.
El plástico que vuelve hecho bolsa de plástico desde otra bolsa de plástico
hace patente la tremenda idea de la reencarnación. El neumático que reciclado
vuelve en forma de cinturones y bolsos de moda expresan el potencial redentor
que encierran aun las cosas más modestas.
Por otra parte, de esta misma naturaleza redentora son todos los movimientos
ideológicos que rebuscan en los contenedores para obtener limpio provecho del
desecho. Y de este carácter ético y hasta revolucionario fueron los cachivaches
que impulsó Ivan Illich en su centro de Cuernavaca y que sirvieron para hacer
ver, hace más de cincuenta años, el enorme valor que podía extraerse de las
pérdidas.
El ojo que se anega de opulencia perece en la masa de lo mismo. El ojo que
intencionadamente mira en los residuos y fisuras halla, sin embargo, un mundo de
intrigas prácticas o inteligentes. En los tiempos de erección (del pelo, del
pene, del beneficio empresarial) no hacía falta mirar mucho más allá. Los
elementos se comportaban de acuerdo a las expectativas.
Sin embargo, el fallo inesperado delata la posible existencia de una mina
interior. En el fondo de esta Gran Crisis yace, efectivamente, una mina fatal,
una causa imposible de analizar cuando el orden provoca opacidad y resistencia.
Todo fallo, todo desorden, cualquier disfunción plantea siempre una pregunta al
sistema. Y a la farmacología y al ingenio. No podemos saber en qué se
convertirán nuestros actuales fracasos como tampoco pudo predecirse en qué irían
a parar los oídos de los primeros vertebrados, pero una esperanza parte de estos
destrozos, alguna presencia nueva nace de la evanescencia.
De hecho, los muchos movimientos de bricoleurs actúan hoy como
patrullas de un bricolage mundial que recuerda el avance histórico de los
pueblos observados por Lèvi-Strauss. Del informe montón de escombros surge,
mediante la necesidad motora, una nueva ciudad, un nuevo hogar, un sentido
nuevo.
Será pues vano desesperar ante la hecatombe. Una fuerza interna, conectada
con la energía de nuestra pobre y firme especie humana, convertirá el derrumbe
en edificio, la disfunción en erección y la sordera en una branquia transversal
por donde respirará y nadará el mundo.
Vicente Verdú, Las branquias del mundo, El País, 10/03/2012
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