Dani Rodrik: una paradoxa i un trilema.
Dani Rodrik |
La paradoja
tiene, por tanto, importantes consecuencias políticas. La globalización
económica y financiera desbocada, que Rodrik
llama hiperglobalización, choca con la democracia nacional por la sencilla
razón de que su objetivo no es mejorar el funcionamiento de ésta sino acomodar
intereses financieros y comerciales que buscan mercados al coste más bajo
posible. Y reduce así el margen de la política en democracia.
Lo que le lleva
al trilema político fundamental de la economía mundial: no podemos conseguir a
la vez democracia, soberanía (Estado) nacional e hiperglobalización. Podemos
optar por dos de estos elementos, pero no por los tres. Plantea, así, tres
escenarios: 1. Hiperglobalización y
política democrática, lo que lleva a algún tipo de gobernanza global. 2. Hiperglobalización y soberanía
nacional, que lleva a lo que llama un “corsé dorado”, como el que supusieron
para las economías latinoamericanas las recetas del FMI en los ochenta o, a
escala europea, la situación que viven ahora Grecia, Irlanda y Portugal. 3. Soberanía nacional y democracia, que
lleva a un compromiso del tipo Nuevo
Bretton Woods, con menos globalización y más respeto a las reglas y límites
establecidos por cada país.
Aunque en una obra anterior optaba por él, pensando en un
federalismo global a largo plazo, Rodrik
piensa ahora que el primer escenario, que llevaría a una gobernanza global, es
no sólo poco realista, dada la centralidad del Estado-nación, sino tampoco
deseable, pues no hay ninguna razón por la cual las mismas reglas sean
necesariamente buenas para todos los países. Tampoco considera el escenario 2
viable, pues al final la política en democracia se impondrá dado que los
ciudadanos, que son los que votan, impondrán a sus Gobiernos la obligación de
eliminar reglas globales que resulten contraproducentes para la mayoría. Este
escenario es, sin embargo, el que se corre el riesgo de imponer (y el que cree
está empezando a surgir en la UE), y que puede acabar destruyendo la
democracia.
Rodrik se decanta ahora por el tercer escenario, menos globalización,
y más democracia, con más política social y unas “reglas de juego”
internacionales ligeras que reposaran más bien sobre los Estados (o grupos de
ellos, en el caso de la Unión Europea). Necesitamos, en opinión de Rodrik, una “globalización inteligente,
no una globalización máxima”, más reducida, más controlada, para salvar la
democracia nacional. Supone regresar al modelo de Bretton Woods de globalización limitada, que ha sido probablemente
el que mejor ha funcionado en la historia moderna.
Claro que
una cosa es establecer un marco teórico y otra diseñar políticas realistas para
aplicarlo. “La realidad”, reconoce, “es que nos faltan las estrategias nacionales
y globales necesarias para gestionar los trastornos que crea la globalización.
Por tanto, corremos el riesgo de que los costes sociales del comercio
internacional acaben pesando más que las exiguas ganancias económicas que
proporciona y provoquen una reacción todavía mayor contra la globalización”.
Rodrik propone unos principios para
esa nueva globalización, que llama Capitalismo
3.0 e identifica cuatro grandes áreas prioritarias que urge reformar: el
régimen de comercio internacional, la regulación de las finanzas globales, una
mayor libertad en el movimiento de trabajadores y la integración de China en el
orden económico internacional.
Andrés Ortega, El trilema de la globalización, Babelia. El País, 25/02/2012
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