El temps, el treball i la llibertat.






Hubo épocas en las que la pregunta “¿quién eres?” se respondía con un vínculo familiar o un gentilicio, (soy la hija de Juan o soy de Zuheros). Hoy esta pregunta se contesta con el trabajo. Si la vida es el tiempo y el tiempo lo ocupa cada vez más el trabajo, este termina identificándonos y antecediendo otras maneras de presentarnos. Sin embargo, al mismo tiempo muchos trabajos se han desdibujado en multitud de pequeñas prácticas que hacen difícil acotarlos en un oficio y palabra porque somos y hacemos muchas cosas. También la precariedad obliga a la polivalencia alimentando el conflicto laboral e identitario. En mi libro El informe cuento la peculiar historia de una investigadora de “currículum competitivo” que dedica la mitad del año a trabajar en un centro de investigación y la otra mitad a ser pastora en el sur de Francia. Esta anomalía de ser “investigadora y pastora” habla de las tensiones que estamos viviendo en la transformación del trabajo.

Los avances tecnológicos pueden y deben ayudar, pero no lo están haciendo como esperábamos. Lejos de estar suponiendo una mejor organización de tiempos, o una liberación de los trabajos más tediosos y mecánicos, lo que estamos viendo es que las IAs se ocupan de tareas creativas, empujando fuera del mercado a ilustradores, traductores, actores, escritores, asesores y otros. Entretanto las burocracias crecen y es fácil encontrar trabajadores muy cualificados dedicando la mayor parte de su tiempo a cumplimentar informes o a suministrar datos a la máquina. La autogestión movida bajo fuerzas exclusivamente mercantilistas que buscan más ganancia, con independencia del valor y sentido de lo que se hace, lleva a lógicas hiperproductivas y competitivas donde los trabajadores se convierten en pieza de la maquinaria.

La vida nos pertenece, debiera ser un mandato tener libertad sobre la propia vida a través del tiempo propio. Sin embargo, pareciera que si no somos ricos ni valientes hemos de venderla de antemano al trabajo. Hay quienes pasan su vida dedicados al trabajo, buscando trabajo, preocupados por el trabajo o descansando solo para tomar aliento del trabajo hasta hacer coincidir enfermedad y jubilación.

Para reapropiarnos del tiempo propio ayudaría reducir la jornada laboral, recuperar el valor de una vida consciente y más vivible. Con tiempos libres la vida (individual y colectiva) sería mejor pero también podríamos concentrarnos en hacer con mayor atención y cuidado nuestros trabajos. Incluso podríamos ayudar a desmontar el dilema vida/trabajo, pues en muchos casos podríamos disfrutar de esas prácticas poniendo en ellas mejores ideas, mayor valor y sentido.

¿Por qué naturalizar que esto es la vida? Naturalizar una vida convertida en trabajo anima a mantenerla, a dar por sentado que está bien, y como efecto terminamos legitimando las desigualdades que hoy se mantienen y amplifican con estas maneras de vivir-trabajar. Rebelarnos frente a esta normalización implica recordar que las formas de trabajar son formas convenidas que pueden ser transformadas. La centralidad que hoy se da al trabajo pone la energía en el “más” y en el “uno mismo” dificultando los lazos colectivos que ayudan a decir “no” y a cambiar socialmente una situación que nos daña. 

Daniel Ochoa de Olza, entrevista a Remedios Zafra: "Debería de ser un mandato disponer del tiempo propio", El País 29/06/2024


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