L'onada que no va arribar a la riba.





Este 5 de noviembre de 2024 todos los republicanos que ya habían votado por Donald Trump en 2016 y en 2020 también estaban totalmente movilizados y convencidos de su voto. La única duda de la elección no era si los republicanos acudirían a votar, sino si lo harían los demócratas, quienes sí se movilizaron hace cuatro años con Joe Biden. Si se quedaban en casa, la victoria de Trump era segura. Y así ha sido. Propongo cinco razones o reflexiones sobre esta victoria.
A Kamala Harris le han hecho un ‘Hillary Clinton‘

A falta de más datos, todo parece indicar que las personas que debían movilizarse no lo han hecho, y tampoco lo han hecho especialmente en los estados en los que era prioritario que lo hicieran. Es justo lo que le ocurrió a Hillary Clinton en 2016. Por ejemplo, se esperaba una gran movilización femenina que no ha tenido lugar. De hecho, si en 2020 el 57% de mujeres votó demócrata, en 2024 lo ha hecho sólo un 54%. Sigue siendo mayoría, pero ha disminuido en porcentaje. Lo mismo sucede con los latinos. En 2020, un 66% votaban demócrata, en 2024 ha sido un 53%. La diferencia es notable. Entre los jóvenes, y pese a que el voto demócrata sigue siendo mayoritario, es menor que en 2020, e incluso ha aumentado el voto masculino joven a Trump.

La ‘ola Kamala’ se quedó en la orilla

La principal virtud de Harris era no ser Joe Biden y, por ende, no tener esa terrible evaluación negativa. Pero en los escasos cuatro meses que ha tenido de campaña no ha logrado distanciarse de su sombra, especialmente por lo que respecta a los malos indicadores económicos. No respecto a la macroeconomía, que ha ido muy bien, sino aquello que tiene que ver con el bolsillo de la gente. Cuando Trump preguntaba con quién estaba mejor la economía, un 65% de votantes decía claramente que con él. Cuando en 2020 se hacía la famosa pregunta de Reagan de «si estaban mejor ahora que hace cuatro años», el 56% de votantes respondía que estaban mejor con Trump (¡una cifra superior a la que tuvo Reagan!). En 2024, Harris no ha podido esconder ese malestar y borrar esa percepción de ser Joe Biden II. Tal vez no le ha dado tiempo frente a una campaña permanente de cuatro años.

El enfado vence al miedo

Cuatro años de legislatura demócrata no han disminuido el enfado y cansancio con la política, más bien al contrario. Gran parte de la ciudadanía está cabreada con el establishment y con la política tradicional. En este sentido, Trump es de nuevo un golpe sobre la mesa para mostrar su inconformismo. Por supuesto que ello no significa que estén de acuerdo en todo o que no teman alguna de sus ideas o acciones, pero el enfado con todo y todos y la desconfianza con lo de siempre ha sido más importante a la hora de decidir el voto.

Bolsillo, bolsillo, bolsillo

Aranceles, penalizar a empresas que quieran abandonar el país, invertir en el país el dinero que se gasta fuera… Son propuestas de un Donald Trump que durante la campaña hablaba del bolsillo de la gente, que tenía en cuenta sus necesidades y preocupaciones. Lo cumplirá o no, pero esta ciudadanía preocupada sí tiene la sensación de que quien no lo hizo fue el gobierno de Biden.

El cambio

Hoy, el 70% de los votantes piensa que el país va mal. Eso es indicativo de un deseo de cambio que Trump ha conseguido abanderar. Además, Trump lo ha cambiado todo. No solo tiene ya el control absoluto del partido republicano (sus votantes no son republicanos, son trumpistas) sino también del Senado y, probablemente, de la Cámara de Representantes. Va a poder hacer y deshacer, y el cambio puede ser absoluto, incluyendo poder preparar a su sustituto/a.

Han pasado 200 años y la historia parece repetirse. Solo una fuerte emoción permite movilizar al público durante un largo período de tiempo. Trump ha logrado generar esa emoción, y nada ha podido generar otra suficientemente fuerte. La ola Kamala Harris, aunque durante muchos meses pareció que iba a llegar, se quedó en la orilla.

Antoni Gutiérrez-Rubí, Trump y el poder de la movilización, gutierrez-rubi.es 06/11/2024

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