El significat de l'actitud escèptica.




La palabra “escéptico” se vincula al término griego skeptikoi que significa examinar o investigar, por lo tanto el escéptico es el que investiga, de forma que mientras otros conocen (o creen conocer) los escépticos siguen buscando, analizando, examinando… sin pretender ninguna “verdad” ya que esta no es alcanzable pues, como dijo Aristóteles, “nunca se alcanza la verdad total… ni nunca se está totalmente alejado de ella”, que viene a ser lo mismo que dijo su maestro Platón, pero con otras palabras, según señala Villarmea: “el individuo no se encuentra nunca ni en la posición absoluta del sabio ni en la del ignorante, sino en un estadio intermedio del que continuamente desea salir en pos del conocimiento”.

El fundamento del escepticismo es la actitud escéptica: “el escéptico presenta preguntas relevantes a nuestras pretensiones de conocimiento (…) no negando la validez de ciertas creencias, sino cuestionándolas”. En este sentido, como explica el divulgador científico Manuel Toharia en este artículo, la actitud escéptica (para él, base de la ciencia) nos lleva a cuestionar aquellos discursos que son aceptados meramente en virtud de la tradición, la fe o la autoridad.

Según señala el profesor de filosofía Carlos Gutiérrez Rueda en este artículo, los escépticos no niegan la posibilidad de conocimiento “solo por negar” lo que les convertiría en “unos necios con los que no valdría la pena discutir”, sino que se trata de una “cuestión de dudar”, la base de la filosofía, del conocimiento y de la ciencia.

Por lo tanto, si el negacionista niega la evidencia para soslayar verdades incómodas, el escéptico duda de las cómodas evidencias sometiendo a estas a un tercer grado filosófico a través de los desafíos a sus justificaciones más o menos concluyentes.

Podemos empezar desde aquí: el negacionista niega y no aporta nada al debate, el escéptico duda y aporta argumentos al debate. El escéptico no es, estrictamente, alguien que niega la validez de cierto tipo de creencias, sino alguien que cuestiona, aunque solo al inicio, y por razones metodológicas, que nuestras razones (o justificaciones) para sostenerlas no son adecuadas. Por lo tanto, presenta sus dudas a la manera de un desafío.

Cuando los necios se juntan y logran alcanzar posiciones de poder difundiendo conocimientos que solo son creencias, tienden, por tanto, a usar todas las armas disponibles para aislar a los escépticos porque solo estos (no los negacionistas sin argumentos) pueden hacer temblar su fe, su autoridad y su poder. Así pues, de este punto de vista, la labor del escéptico no solo es básica a nivel filosófico, sino también cultural y social.

En este sentido, como debemos recordar, la filosofía no es (solo) una (intrascendente) disciplina de sofá, pipa y copa de coñac, sino que también debe ser (y es) una disciplina de atriles, barricadas y revoluciones.


Por último, cabe citar una de las ideas más radicales del escepticismo filosófico, un estado de reposo de la conciencia en el cual, ni se niega ni se afirma nada, el epojé, la suspensión del juicio, que no niega (dogmáticamente) la posibilidad de conocer.

En este sentido, negar categóricamente algo, incluso la posibilidad de conocer, sería negar el fundamento del escepticismo, por lo tanto un dogma más: no, el escéptico no niega, sino que no determina: “yo en este momento estoy en una situación de ánimo tal que ni afirmo ni rechazo”.

Este “ni confirmo ni desmiento” conduciría a la ataraxia, la imperturbabilidad del carácter, el requisito último para la felicidad, la renuncia de la filosofía especulativa, incompatible con la tranquilidad del ánimo y la aceptación de la orientación práctica como exigencia esencial de cualquier reflexión escéptica posterior”, como señala Ramón Román Alcalá, catedrático de filosofía de la Universidad de Córdoba, en este artículo.

El escepticismo radical se puede entender como una amenaza para el progreso porque se presenta como un recalcitrante regulador del pensamiento, como un pesado burócrata del conocimiento, como el Kafka de la filosofía, de forma que, cualquier intento de “avanzar” se convierte en un círculo vicioso en el laberinto filosófico del escepticismo.

Desde otro punto de vista, el escepticismo se vería como la claudicación del conocimiento, como la negación de la sabiduría que conduciría, por tanto, al poder de los necios, al no tener el contrapeso del conocimiento, sea en mayor o menor medida “verdadero”. Por último, como dice el filósofo Christopher Hookway, tener conocimiento, a pesar de los pesares escépticos, parece un requisito indispensable del conocimiento:“Sin conocimiento somos incapaces de dirigir responsablemente nuestras vidas, nuestras elecciones diarias estarían sometidas a la más absoluta arbitrariedad, la racionalidad nos abandonaría. Si no somos capaces de determinar que nuestras creencias son verdaderas y que tenemos razones para mantener su verdad, todas las acciones emprendidas sobre la base de estas no tendrían fundamento alguno. Lo que en último término reta el escéptico no es meramente un concepto del que podamos prescindir, sino el que llevemos las riendas de nuestras propias vidas”.

David Rubio, Qué es el escepticismo: cuando la verdad no existe, publico.es 03/10/2024

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