La robotització humana.




Conforme la IA va conquistando aspectos que históricamente han sido del territorio de lo humano ―la escritura, las artes visuales, la composición musical, la traducción― somos testigos de una progresiva robotización de las personas desde dos perspectivas. En primer lugar, nos convertimos en robots humanos alimentando los algoritmos de IA con nuestros datos: etiquetándolos, proporcionando retroalimentación y supervisándolos. Somos parte esencial del proceso de enseñanza de las máquinas, una especie de máquinas biológicas invisibles que moldean y ajustan el comportamiento de los algoritmos, en la sombra.

En segundo lugar, la automatización que conlleva la cuarta revolución industrial en la que nos encontramos inmersos no solo se limita a las actividades físicas, sino especialmente abarca tareas cognitivas, gracias a los avances de la inteligencia artificial. Los algoritmos de IA, cada vez más, están tomando decisiones que anteriormente eran exclusivas de la capacidad humana en ámbitos como la salud, las finanzas, el acceso a servicios sociales o las promociones laborales. Los algoritmos impactan cómo vivimos, estudiamos, trabajamos e interactuamos. Nos ayudan a tomar decisiones, pero también están moldeando la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea tanto en nuestra vida personal como educativa y profesional.

Cada vez más nos convertimos en robots humanos, controlados por algoritmos que supervisan y evalúan nuestro trabajo, definen nuestro horario para optimizar la producción, y nos asignan tareas que las máquinas no son capaces de realizar. Los humanos, en suma, estamos siendo moldeados para encajar en los engranajes de una maquinaria digital, que a su vez ha sido entrenada por cada uno de nosotros.

Esta robotización del humano viene acompañada de una humanización de los algoritmos. La inteligencia artificial comienza a adquirir habilidades consideradas exclusivamente humanas. Desde el reconocimiento de emociones hasta la generación de contenido creativo, las máquinas están demostrando una capacidad sorprendente para emular e incluso superar las facultades de las personas en multitud de áreas.

A medida que los algoritmos de IA se vuelven más sofisticados, también lo hacen nuestras expectativas sobre su comportamiento. Ya no nos conformamos con meros ejecutores de órdenes; buscamos en ellos la capacidad de comprender, de empatizar, de adaptarse a nuestras necesidades cambiantes. Esta demanda de humanización de los algoritmos refleja una necesidad humana: anhelamos la conexión, la comprensión y el significado en nuestras interacciones, incluso cuando estas ocurren con entidades no biológicas. En un mundo cada vez más dominado por la tecnología, buscamos mantener nuestra humanidad, también en los confines de lo digital.

La convergencia entre las personas y la inteligencia artificial plantea preguntas profundas sobre la esencia misma de la humanidad y la naturaleza de la inteligencia. Por un lado, hay preocupaciones sobre la pérdida de empleos debido a la automatización, especialmente de tareas intelectuales, lo que puede llevar a la desigualdad económica y social. Por otro lado, tememos que una dependencia excesiva de la tecnología nos haga perder nuestra autonomía y capacidad de pensamiento crítico. ¿Qué significa ser humano en un mundo donde nuestras habilidades y características distintivas pueden ser replicadas por máquinas y donde los humanos estamos cada vez más robotizados? ¿Cómo redefinimos nuestra identidad en una era en la que la línea entre lo humano y lo artificial se está desvaneciendo?

Nuria Oliver, Humanos robotizados, algoritmos humanizados, El País 22/03/2024


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