Perspectiva d'escala.
Vemos el mundo desde nuestra escala mesoscópica, nuestra escala humana: no vemos lo muy pequeño (lo microscópico), y cuándo algo es demasiado grande se sale de nuestro campo visual y pasa a ser tan solo el fondo. Vemos bien las cosas de nuestro tamaño, y eso es así por razones obvias de supervivencia: nos convenía mucho ver bien al tigre dientes de sable. Con la escala temporal nos pasa lo mismo: vemos lo que se mueve a nuestro rango de velocidad. Por eso nos parece que todo está quieto y solo los seres vivos se mueven. La palabra animal viene del latín «anima»: un animal es aquello que está animado, aquello que se mueve, en contraposición con la quietud del mundo inerte. Falso. En realidad, el oscuro Heráclito tenía razón cuando sentenciaba su célebre Πάντα ῥεῖ, pues todo está en movimiento. Las plantas se mueven muchísimo, las rocas, los suelos, la inmensa cordillera se mueve, los continentes completos se mueven… lo que pasa es que lo hacen demasiado despacio para nuestra perspectiva temporal. Quizá el movimiento sea lo único ontológicamente real y la quietud nuestra forma de fotografiar, de mapear el mundo. Pero entonces llegó la tecnología time-lapse y pudimos cambiar nuestra perspectiva. Todos hemos visto cómo brota una semilla de la tierra a toda velocidad, con su parsimonioso movimiento de circumnutación, desplegando sus hojas en busca de absorber la mayor cantidad de luz en función del momento del día. Vive en otro tiempo.
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Herramientas cognitivas VI, 20/09/2024
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