No dec res a ningú.






Habría que decir, a modo de consideración previa, que la existencia de alguien que no le deba nada absolutamente a nadie es casi un imposible ontológico. La vida social y la consecuente interacción entre individuos y grupos implica, de manera poco menos que inevitable, tanto la realización como la recepción de comportamientos difícilmente reductibles al mero interés particular o, si se prefiere, que no quedan entendidos de manera adecuada si los analizamos en los exclusivos términos de cálculo coste-beneficio o similares (por más que siempre haya gentes que, con manifiesta impropiedad semántica, utilice expresiones del tipo “me debe un favor”, tan odiosas como autocontradictorias —el favor por definición se regala, sin esperar nada a cambio—).

Manuel Cruz, Una sociedad de ingratos, El País 01/09/2024

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