L'ansietat és una qüestió profundament política.



Seis años después de su suicidio, Mark Fisher (Reino Unido, 1968-2017) ya es un referente indiscutible de los Estudios Culturales. Su legado, sin embargo, hace ya mucho tiempo que ha desbordado los muros de la academia. Ese era uno de sus objetivos, de hecho, cuando pasa de escribir –de forma anónima– para el blog K-punk a publicar, en el 2009, su ensayo más conocido, Realismo capitalista. Decide, así, “salir del underground” para convertirse en un “modernista popular”. Alguien que parecía llamado a realizar crípticos ejercicios de exégesis cultural, sobre todo desde el análisis de la cibernética (su tesis doctoral, Constructos Flatline, es una obra de culto), se transforma en una de la mentes más lúcidas para interpretar las trampas del capitalismo del siglo XXI.

Su escritura, clara y directa, ha ido llegando a los lectores en español gracias, en gran parte, a la editorial Caja Negra, que ha recuperado sus títulos más destacados. De hecho, una magnífica manera de adentrarse en el pensamiento del autor británico es gracias a las entrevistas que se recogen en el volumen 3 de K-Punk. Allí explica que, siendo profesor de filosofía en una escuela orientada al mundo del trabajo, toma consciencia de cómo la frase de Margaret Thatcher “No hay alternativa” se ha infiltrado en jóvenes que no han conocido otra cosa que el capitalismo global. “Así son las cosas, y no se puede hacer nada al respecto” es lo que muchos sienten, secuestrados por la resignación. La imposibilidad de pensar un futuro diferente es a lo que llama “realismo capitalista”, y dedica un capítulo de su ensayo a “la privatización del estrés”. Fisher considera que el capitalismo posfordista -el que prefiere especular en las plataformas digitales antes que en las fábricas- no solo nos ha abocado a una angustia permanente, sino que además nos ha hecho creer que somos culpables de nuestra ansiedad. El británico nos advierte del peligro de tratar la salud mental como algo individual, simplemente como un error químico o la consecuencia de una determinada constelación familiar. La ansiedad es, entonces, una cuestión profundamente política.

Curtido en la crítica musical, pero con una gran base filosófica, Fisher resignifica un término de Jacques Derrida, la hauntología, para designar los “espectros” que un día fueron pensados en el pasado. Y apuesta por buscar futuros posibles, precisamente, en esas potencialidades no desarrolladas. En Los fantasmas de mi vida describe esa ontología diferente, basada en la huella, no para fomentar una nostalgia reaccionaria, sino para salir del laberinto del presente. “Lo que debe asediarnos no es el ya no más de la socialdemocracia tal como existió, sino el todavía no de los futuros que el modernismo popular nos preparó para esperar pero que nunca se materializaron”.

Albert Lladó, El futuro de Mark Fisher, La Vanguardia 20/08/2023



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