La paradoxa de Teseu.






Otra temida paradoja es la del barco de Teseo. La historia original surge de Plutarco (aprox. 45-125 d.C.). Una versión particularmente sutil procede de la pluma del filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679). Teseo posee un barco de madera; para renovarlo, lo lleva a un astillero. Allí, poco a poco, se van cambiando los tablones de la nave, hasta que al final todos los tablones han sido sustituidos por nuevos. El propietario del astillero recoge todos los viejos tablones y, juntándolos en el orden en que estaban originalmente, construye de nuevo un barco. De esta forma, al final existen dos barcos: uno, cuyos tablones han sido sustituidos por nuevos y con el que Teseo surca otra vez los mares; y otro reconstruido con las piezas originales del primero. 

La pregunta crucial reza: ¿cuál de los dos barcos es idéntico al original? No es posible que lo sean ambos. ¿Cómo podría un barco ser idéntico a dos barcos que, a su vez, son distintos entre sí? ¿O acaso el viejo barco de Teseo no es idéntico a ninguno de los nuevos barcos? 

Esto también parece absurdo. Si no se hubiesen conservado los viejos tablones y no se hubiese vuelto a montar un barco con ellos, no tendríamos ningún problema en decir que el barco con los tablones nuevos es el barco de Teseo. Lo mismo cabría decir si el barco únicamente hubiera sido desmontado y luego vuelto a montar con los viejos tablones: en este caso, todo el mundo habría estado de acuerdo en que nos las habemos con el mismo barco tanto antes como después. En realidad, se cumplirían por partida doble las condiciones exigibles para la conservación del barco de Teseo. En ese caso, ¿cómo podría haber cesado de existir? Queda la hipótesis de que el barco de Teseo es tan solo idéntico a uno de los dos nuevos barcos. Pero entonces, ¿a cuál? Ambos barcos —tanto el que está reconstruido con nuevos tablones como el que lo está con las piezas originales— tienen el mismo derecho, o eso parece, a ser llamados el barco de Teseo. Una elección entre ellos parecería algo completamente arbitrario.

David Hommen, La falta de lógica de la vida, Mente y Cerebro nº 95 2019

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