El dilema d'Eutifró.







Sócrates se encuentra con Eutifrón en el Pórtico del Rey y le pregunta qué hace allí. Eutifrón le explica que está en los tribunales para procesar a su propio padre. Sócrates queda deslumbrado, y presume que un hombre capaz de enjuiciar a su propio padre ha de conocer bien los contornos de la justicia. Sócrates, que se enfrenta a un juicio por impiedad y corrupción de la juventud, está muy interesado en conocer la naturaleza de lo bueno y lo malo, ¡y quien mejor para responder que Eutifrón!

Sócrates pregunta y Eutifrón responde con convicción: «Santo es lo que aman los dioses, e impío lo que los dioses aborrecen». Esta teoría se conoce como Teoría del mandato divino: propone que una acción es moralmente buena si la ordena dios. De esta manera, quien siga los mandatos de Dios siempre obrará bien.

Pero Sócrates no queda del todo satisfecho y plantea lo que ha pasado a la historia como «el dilema de Eutifrón». Pregunta Sócrates: «¿lo santo es amado por los dioses por ser santo, o es santo porque es amado por los dioses?». Veamos, si Eutifrón tiene razón y lo bueno lo es en virtud de ser amado por los dioses, el bien no puede ser estable. Los dioses podrían decir «en 2024 lo santo ya no es defender la vida, sino atacarla». Si bueno es lo que los dioses deciden que es bueno, mañana pueden convertir en bueno lo que hoy consideran diabólico. El asesinato podría ser malo hoy pero bueno mañana… y esto choca de frente contra nuestra intuición moral.

La alternativa parece más sensata: lo santo es amado por los dioses por ser santo. Por lo tanto, el bien precede al mandato divino: los dioses conocen el bien y lo mandatan. Tendríamos la tranquilidad de que los dioses no son libres de alterar lo bueno y lo malo, a cambio, eso sí, de la negación de su omnipotencia y de la incertidumbre sobre el origen del bien.

David Mejía, Teoría del mandato divino, theobjetive 03/01/2024

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