Llenguatge i política.


Los observadores norteamericanos también llevan unos años desconcertados por el discurso de Donald Trump. Ya durante la campaña presidencial, percibieron que sus mensajes —simples, directos al punto y expresados con una autoconfianza casi geológica— eran una clave importante de su éxito. Y los psicólogos ya tenían evidencias de que los políticos que llegan muy arriba suelen coincidir con los que emiten un discurso más simple y zafio. Pese a todo el revuelo que organiza Trump cada vez que saca la lengua a paseo, el presidente no es el inventor de esa herramienta de manipulación de masas. Su estrategia de comunicación es, por el momento, la cumbre de una escalada que lleva en marcha desde hace un siglo y no da signos de remitir. Cada vez menos análisis, cada vez más autoconfianza, más determinación y certidumbre, más empuje y menos reflexión.
La forma en que los psicólogos de las universidades de Texas en Austin y Princeton han descubierto esa tendencia secular (PNAS) merece un párrafo. Con la digitalización de todo documento viviente, resulta posible analizar cientos y miles de discursos presidenciales y otros textos políticos desde principios del siglo XX hasta hoy mismo. Y los investigadores han utilizado una técnica lingüística que suele funcionar en otros contextos: cuantos más artículos y preposiciones, el pensamiento es más analítico; cuantos más adverbios y verbos auxiliares, es más intuitivo. Por otro lado, cuantos más pronombres personales, más autoconfianza, influencia y poder. Estas correlaciones funcionan bien en inglés. ¿Funcionan también en español? He ahí una buena tarea para un lingüista. Sea como fuere, los de Texas y Princeton demuestran en su trabajo que, en la política, el pensamiento analítico decrece continuamente desde hace un siglo, y que va siendo sustituido inexorablemente por el discurso silvestre del liderazgo, la autoconfianza y el pronombre personal. Casado no ha inventado nada. Ni siquiera lo ha hecho su inspirador, Trump. La estupidez del discurso político es una marea lenta e implacable. Toda resistencia será fútil.
Javier Sampedro, La estupidez política: un enfoque científico, El País 14/02/2019

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