En què consisteix la deserció? (Amador Fernández-Savater)
Luego, la cuestión de la deserción para mí no es un problema topológico. No es una cuestión de lugar, de irnos a otro lugar. Es una cuestión, digamos, de un cierto desenganche con respecto a algo, a la rueda infernal de la vida-mercado. Es una renuncia a seguir en un lugar que me da una serie de beneficios, queme da una serie de goces, pero también haciéndome sufrir.
La deserción es, tomando una frase de Jorge Alemán, un "aprender a perder". Porque si no aceptamos perder algo, no hay manera de romper con el deseo enganchado por el neoliberalismo. Hay que aceptar perder. La deserción no es irse a otro lugar, es aceptar perder.
El malestar está en el corazón de la sociedad. Yo ahora trabajo en institutos con chicos adolescentes y ahí se presenta la cuestión de la desafección y su ambivalencia. Hay desafección en ese chico que aún no sé ni qué cara tiene porque siempre que llego está dormido sobre su pupitre. Yo no le levanto. No sé por qué se recuesta o duerme.
Igual no descansa bien en casa, hay problemas. Es un misterio, una pregunta, no sé qué pasa, pero hay una desafección con respecto al espacio del aula. Una retirada de afecto con respecto al aula. El estoy ahí, pero no está ahí. Está de cuerpo presente, sin estar presente.
Algunos profesores se indignan, otros quieren tomar medidas, están también quienes se hacen preguntas. La deserción es ese gesto de desafección. Ese chico es como el Bartleby de Melville que repite "preferiría no hacerlo". Preferiría no escuchar, preferiría no atender, preferiría no tomar apuntes. ¿Rebelión? Ni siquiera. Sólo prefiere no hacerlo. Duerme y yo le dejo, pero me hago preguntas. Acepto perder.
Pierdo cierto control del aula al admitir la pregunta que me hace ese cuerpo inmóvil. Efectivamente, esa deserción, esa desafección, puede hoy hacerse de derechas. Están los chicos que me reciben en clase cantando el Cara al Sol. Saben que me incomodan por ahí. En mi época molestábamos al profesor cantando La Polla Records. Hoy es el profesor quien lleva la camiseta de La Polla Récords y los chicos que quieren incomodarlo le cantan el Cara al Sol. Es la rebelión contra lo políticamente correcto, contra la izquierda como ley de lo políticamente correcto.
¿Qué hacer con esa transgresión? Pues lo mismo que con el gesto de Bartleby, dejarse hacer una pregunta. Yo conozco bien la historia del Cara al Sol, por mi abuela que era falangista. Sé cómo se compuso, entre todos los poetas que rodeaban a José Antonio, y hasta sé dónde. Pues desde ahí entablo una conversación, trato de entender qué me quieren decir cantando el Cara al Sol. Ni levanto al chico que duerme, ni acallo a los chicos que cantan el Cara al Sol, sino que trato de continuar su pregunta. Acepto perder, aunque me cueste.
Por supuesto, también hay chicos y chicas maravillosas enganchadas al Eros del aprendizaje. Ahora estoy con cuatro chicas haciendo un programa de radio, por ejemplo. Es alucinante lo que se puede pensar con la gente joven, si les dejamos espacio. Si, en lugar de explicarles nosotros lo que es el mundo, lo que son los móviles, el consumo, el amor, escuchamos lo que ellos y ellas nos tienen que decir. Nos dejamos explicar por ellos y ellas el mundo, aceptando perder el control de la opinión y el saber.
Hablan de medicación, de saturación, de terapias, cosas para mí impensables cuando tenía su edad. Para mí el problema a su edad era el aburrimiento, para ellas es ya el agobio. El agobio de las redes sociales, de los proyectos, de las actividades extracurriculares. Están ya en la sociedad del rendimiento. Y tienen una inteligencia enorme de lo que está ocurriendo, más que sus mayores.
Yo les pregunto, por ejemplo: "pero, ¿qué problema hay con las actividades extracurriculares, si son todo cosas que os gusta hacer?" Y ellas me responden: "sí, pero estamos compitiendo". Es decir, sus deseos y pasiones están ya mezcladas con el veneno de la competencia. Explican así lo que les pasa a los adultos en sus trabajos "vocacionales". ¿Por qué sufren si hacen lo que les gusta? Porque la pasión está puesta a trabajo por el mercado.
Entonces, para mí, la deserción, la desafección, es un síntoma a interrogar, no un movimiento hacia otro lugar, un lugar bueno, un lugar utópico, un lugar afuera. El malestar está en el centro de la sociedad y ahí hay que escucharlo. Ese malestar se puede declinar en muchos modos distintos: el preferiría no hacerlo de los pequeños Bartlebys, el Cara al Sol, la reflexión creativa de un programa de radio. No se trata de irnos a otro lugar, sino de aceptar perder el control para hacernos preguntas. Eso es la deserción.
Amador Fernández-Savater, Crisis de civilización y deserción, publico.es 24/05/2024
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