La filosofia i el chatbot.




A diferencia de Sócrates, el chatbot ni siquiera sabe que no sabe nada. Por eso, en su mercado, solo opera con respuestas supuestamente basadas en hechos y no con preguntas sin respuesta. En lugar de esforzarse por mostrar ideas eternas, cada una de sus afirmaciones se basa en probabilidades siempre cambiantes. En lugar de desconfiar profundamente de la escritura como medio, como hacía Sócrates, porque permitía fingir el conocimiento, los chatbots se basan en la simulación del conocimiento a partir de textos escritos. En lugar de detenerse asombrado ante las preguntas más elevadas, el chatbot siempre ofrece alguna tontería inventada libremente, aunque no exista ningún dato para sustentarla. En lugar de sopesar las voces que participan en una conversación libre, se basa en su mera recopilación y recuento. En lugar de cuestionar productivamente la autoridad, iguala toda forma de autoridad evolucionada. En lugar de esforzarse por salir de la cueva de lo meramente creído con cada nuevo término, sus parpadeantes palabras en la penumbra se hacen pasar por la realidad misma. En lugar de ser impulsado por su propio demon, el devenir del chatbot es impulsado por el anónimo mammon. En lugar de buscar su propia voz, imita a la perfección la de todos los demás. En lugar de emanciparnos cada vez más como seres que aprenden, amenaza con dejarnos a todos en la condición de becarios permanentes.

Wolfram Eilenberger, ¿Adiós a Sócrates?, Letras Libres 01/07/2023

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