La felicitat i la gent.


Ninguna otra especie es más afectiva y gregaria ni más necesitada de cooperación, solidaridad e interacción positiva. Por fragmentos o a granel, la mira, se husmea, se enracima, se acumula, se reclama y reconoce en la especulación con los demás. Y ahora, con el multimillonario éxito de las redes sociales, ¿cómo dudar del potente fenómeno de la muchedumbre creando un nuevo saber y otro sabor de las costumbres? (...)

El modo en que la gente se expresa más viva y gloriosamente es a través de la multitud. Una multitud sin número porque la manifestación solo llega a triunfar de verdad cuando las cifras que sumarían los concurrentes se hace una cuenta incalculable. De este modo la cantidad se convierte en cualidad y la voz -de dolor, de alegría, de protesta- se agranda ensordecedoramente. ¿Tendrá efecto este movimiento popular? No es seguro. No es seguro todavía, porque los movimientos sociales desde el feminismo al ecologismo, los derechos de los animales o los derechos de los ancianos, crean fuerzas que van ocupando el lugar de los desacreditados (y corruptos) partidos políticos.

Estas seudorganizaciones se comportan como espasmos de presión, accionan como garantes de la dignidad y, sobre todo, en cuanto "movimientos", en parte espontáneos y en todo heterogéneos, son tan efímeros como las estrellas fugaces y aún no se conoce en qué medida están fundando un nuevo mundo de acción o participación política.

En la psicología, como en cualquier otra disciplina, las distintas escuelas pugnan por el predominio de su particular interpretación de lo real. Sin embargo, hay una ecuación, dentro de la psicología, sobre la que casi todos los profesionales se confiesan de acuerdo. La ecuación se refiere a la "fórmula" que incrementaría la felicidad social y su postulado tiene dos partes. La primera es que son más felices aquellos países o regiones donde las diferencias de renta no son ofensivamente distantes. La segunda es que la felicidad de las personas no correlaciona positivamente ni con el dinero, ni con la inteligencia, ni con la religión, ni con la salud o la cultura, ni con ser bajo o alto, agraciado o feo, hombre o mujer. La felicidad solo correlaciona positivamente con la más numerosa y mejor comunicación con los otros.

De nuevo, el formidable éxito actual de las webs sociales se clarifica por su aporte de relaciones entre muchos e iguales, por virtuales que a algunos les parezcan. Las redes de comunicación, personales y activas, ofrecen la gran ventaja de que las buenas noticias, al ser compartidas, incrementan su importancia y celebración; y las malas noticias, al saber que otros prójimos también las sufren, hacen perder la insoportable suposición de que la adversidad viene a ensañarse con nosotros. La mayor salud física y psíquica, en fin, no proviene del más completo sistema sanitario sino de la especial riqueza personal que se desprende de la trama.

Vicente Verdú, A la gente le gusta la gente, El País, 19/07/2010

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